Carlos Aprea
para hacer
el amor infinito
cuando la canción se despereza ya partí,
entonces ella
es la que me persigue.
(inédito, 1979)
los perdedores
gozosa herida,
insistencia absurda de
golpearse y golpearse
con la misma miseria
los oídos,
noble madera
carcomida, herrumbre de los años,
persistencia,
canción cortada por el
hacha de un carnicero
viva en sus pedazos,
crece en tiempo de
descuento,
cuando la edad
comienza a ser una amenaza,
crece
una música tatuada en
las entrañas,
para que la
clasifiquen los imbéciles
y le teman los
traidores,
y los asesinos sepan
que nunca descansarán
y aunque sea
les sirva de condena,
no hay llanto tan
feroz,
ni dolor tanto,
melodía embrujada que
nos arrimas al borde aquel
de la derrota,
y nos empujas
seductora a ese otro lado donde todo calla
para siempre,
quizá no fuimos fieles
a patrones o ejemplos,
quizá el azar marcó de
canto una baraja mala
y nos dejo sin falta
ni resto,
o tal vez temblamos
mas de lo que el tiempo exige
a los verdaderos
triunfadores,
y perdimos el fiel, el
equilibrio, la mesura,
el cinismo de los
escaladores,
y la alegría de los
exitosos sin culpa y sin memoria,
pero aun nos conmueve
una “esperanza absurda
, que es toda la fortuna...”,
melodía embrujada,
sirenita,
te reís de nosotros
que no queremos cera en los oídos,
aunque tu canto
convoque los dolores mas hondos,
y persistimos en hacer
el viaje
atados al palo mayor,
sin brújula ni timón,
sin cartas ni astrolabios,
sin marea ni mar,
despidiendo a los
muertos que mueren todavía,
sin llegar a saber
si la nave parte, si
sube la marea,
atados al palo
mayor, de una nave varada y descompuesta,
no hay otra cosa que
sea tan inútil
no hay otra cosa que
nos importe tanto.
(de la intemperie, Editorial Al Margen, 1999)
la poda
entrado el invierno,
fría la tierra, la corteza fría,
las ramas implorando hacia el cielo plomizo,
el viejo calza sus guantes y prepara
la pinza de podar,
fría la tierra, la corteza fría,
las ramas implorando hacia el cielo plomizo,
el viejo calza sus guantes y prepara
la pinza de podar,
observa en el ciruelo sus extendidas ramas,
recorre el cuerpo que ha dado el tiempo
a la copa desnuda,
sus antiguos nudos, sus bifurcaciones,
adivina una geometría que subyace
oculta a nuestra vista
y comienza, corte a corte,
a volverla visible,
recorre el cuerpo que ha dado el tiempo
a la copa desnuda,
sus antiguos nudos, sus bifurcaciones,
adivina una geometría que subyace
oculta a nuestra vista
y comienza, corte a corte,
a volverla visible,
de cada uno de estos cortes
dice,
depende la próxima cosecha.
dice,
depende la próxima cosecha.
(de abrigo, Editorial Al Margen, 2005)
el ausente
sobre la piel
tendida de la tarde,
sobre el murmullo de los indolentes y desatentos, que nada más
pasan,
sobre los párpados cerrados del ausente,
sobre el fino vello de sus manos desplegadas en las rodillas,
sobre las mejillas entibiadas por el tenue sol que las ilumina,
aire
soplo de la vida, fresco silencio en la
calma engañosa del perdido en sí,
pausa entre tormentas,
reencuentro con la propia respiración,
la identidad a partir del propio ritmo,
ceremonia silenciosa del sentido que vuelve,
el ausente respira
una pequeña paz, un breve descanso,
pausa entre tormentas,
ensimismado en su jardín incesante,
allí, en el cerebro, donde transcurre intacto
como era entonces,
escurridiza memoria del deseo más bello,
jardín mecido como nosotros
por este aire
venido de una región que creíamos muerta,
vuelve,
calma perdida, pulso incesante,
y despiértanos
promesas, entusiasmos,
certeza de la próxima mañana,
aire
déjame respirarte
bajo el cielo enrojecido del día que huye,
hacia el oeste del parque, hacia el oeste de la ciudad,
hacia el fin del mundo.
sobre el murmullo de los indolentes y desatentos, que nada más
pasan,
sobre los párpados cerrados del ausente,
sobre el fino vello de sus manos desplegadas en las rodillas,
sobre las mejillas entibiadas por el tenue sol que las ilumina,
aire
soplo de la vida, fresco silencio en la
calma engañosa del perdido en sí,
pausa entre tormentas,
reencuentro con la propia respiración,
la identidad a partir del propio ritmo,
ceremonia silenciosa del sentido que vuelve,
el ausente respira
una pequeña paz, un breve descanso,
pausa entre tormentas,
ensimismado en su jardín incesante,
allí, en el cerebro, donde transcurre intacto
como era entonces,
escurridiza memoria del deseo más bello,
jardín mecido como nosotros
por este aire
venido de una región que creíamos muerta,
vuelve,
calma perdida, pulso incesante,
y despiértanos
promesas, entusiasmos,
certeza de la próxima mañana,
aire
déjame respirarte
bajo el cielo enrojecido del día que huye,
hacia el oeste del parque, hacia el oeste de la ciudad,
hacia el fin del mundo.
(de abrigo, Editorial Al Margen, 2005)
Arditti
Entre cardos y pastos desmesurados
la vieja estación
naufraga
con la caída de la tarde.
Unos perros flacos
aúllan su soledad al vernos,
por un momento,
entre las sombras
del tinglado en ruinas,
vuelve a pasar el tren.
la vieja estación
naufraga
con la caída de la tarde.
Unos perros flacos
aúllan su soledad al vernos,
por un momento,
entre las sombras
del tinglado en ruinas,
vuelve a pasar el tren.
(de Pueblos fugaces, 2012)
En
Ronda
En Ronda los días son más largos
y la vida más lenta,
todos saben esperar,
y no matan el tiempo,
lo distraen
regando historias
de viajeros ansiosos
y exploradores implacables
que, por pura prisa,
no dejan florecer los deseos,
y acaban
con los dones del lugar,
las tardes frente al río,
y los contadores de historias.
y la vida más lenta,
todos saben esperar,
y no matan el tiempo,
lo distraen
regando historias
de viajeros ansiosos
y exploradores implacables
que, por pura prisa,
no dejan florecer los deseos,
y acaban
con los dones del lugar,
las tardes frente al río,
y los contadores de historias.
(de Pueblos fugaces, 2012)
El
horizonte desde la Bahía
En Bahía Desolación
el sol es tan tenue
que lo tratan como a un prematuro.
Recién nacido
del vientre helado de la tierra,
lo miran de frente
apenas amanece,
y le murmuran palabras con firmeza
para que se digne
a calentar el día,
le ofrecen espejos y oropeles,
salmos y rogativas,
y esperan en silencio
mientras sube al cenit.
el sol es tan tenue
que lo tratan como a un prematuro.
Recién nacido
del vientre helado de la tierra,
lo miran de frente
apenas amanece,
y le murmuran palabras con firmeza
para que se digne
a calentar el día,
le ofrecen espejos y oropeles,
salmos y rogativas,
y esperan en silencio
mientras sube al cenit.
(de Pueblos fugaces, 2012)
Carlos Aprea y Johnny Barbieri
Carlos Aprea. Nació en 1955 en La Plata, Provincia de Buenos
Aires, Argentina, ciudad donde reside.
Es poeta, actor y director teatral.
Ha publicado:
"la intemperie", Ediciones Al Margen, La
Plata, 1999.
"abrigo, poesía 1999/2006", Ediciones Al Margen, 2006.
“Política líquida y otros poemas”, Sobre-plaquetas de la talita dorada, 2009.
“La camisa hawaiana”, Libros de la talita dorada, 2010.
“Pueblos fugaces”,
Libros de la talita dorada, 2012.
Antologías:
"8 poetas regionales", Concurso EDELAP de poesía (2° premio), La Plata,1997
"Posía 36 autores", La
Comuna Ediciones, Municipalidad de La Plata, 1998
“Pan, amor y poesía – Culturas alimentarias
argentinas”, INTA, 2008
Poemas y textos diversos han aparecido en
las revistas: “Talita”, “El hormiguero”, “El espiniyo”, “Pasajes”, “Revista de la F.C.A.yF.”(UNLP),
“Sismo Trapisonda”, etc. y en los sitios: http://aromitorevista.blogspot.com
, http://www.poesialaplata.blogspot.com
, http://www.tuertorey.com.ar y http://www.el-descubrimiento.com.ar
, entre otros.
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