jueves, julio 15, 2010

Poemas de MIGUEL FAJARDO KOREA

Su propia barricada

El forastero
repite laberintos.
Acosado,
añora mundos indescriptibles
en la memoria.
Las miradas son biografías
en los litorales
de la pobreza,
en la melancolía
de las esquinas.
El forastero
repite su abismo,
una atmósfera demasiado herida
en las puertas del coraje.
Invoca a los dioses
para que se duelan de oscuridad
las antorchas del martirio.
El forastero nos persigue a todos,
levanta su propia barricada,
la rebelión
en todos sus destinos.
El forastero anda suelto.
Somos nosotros sin la máscara.



El pecho es el mundo

La luz de los labios
es una fruta,
un cuerpo exacto de libertad.
Destino de salida
en el tiempo de la pasión,
en el peregrinaje del tiempo.
Los pechos son un credo de goce.
Errante amor de
mares desbocados,
donde se reúnen
los silencios
del desierto.
En la lejanía del alba,
el pecho es un poder
cerca de la ausencia.

El pecho es el mundo.
El otro lo completarás mañana.



Arrecifes del viento

Los soles
desafían la oscuridad,
las voces sin salida
de todos los nombres
en el pecho.
Les trazaron
la caída, el viaje solitario
con preguntas insistentes.
La alta vigilia es una casa
en sombras
estrechándose
las máscaras.
Las palabras nos acercan
al comienzo.
El universo devuelve
poderes de ausencia.
Tendidos en la soledad,
el mundo vibra con
el resplandor de la sangre.
Destroza el
naufragio tierra adentro.
Desnuda
voces que duermen despiertas.
En las alambradas
y la resistencia
se labra el destino.
El verano
como una puerta dormida.
La sed violenta
descubre los arrecifes,
el vientre de los días.
Las palabras están solas.
El mar yace
en lo perpetuo:
máscaras,
rendijas,
llanuras hundidas.
Soles interminables
desafían la oscuridad
de voces sin salida:
Guanacaste
pierde sus riquezas..



Límite de la palabra

Amo la montaña,
su humedad como nacimiento
de silencios.
No hay
que romper los diques
ni las entrañas de la mirada;
allí está la pureza.
El bosque como
sollozo violeta
es mástil de ira
contra las dictaduras.
Alguien
cierra la puerta,
allí se guardan las caricias,
inventan
el amor,
el trópico del cuerpo.
No podés seguir
de rodillas, aunque
rompan el límite
de la palabra
o se lleven el silencio.
Resistamos.
El asombro sigue perteneciéndonos.



Geografía de la nostalgia

Pregunto
por el dios
de la palabra.
En algún rincón duele
su sombra. Aún no sabemos
si escribiré en el cuerpo
un ritual de lágrimas,
la certidumbre de la cintura,
el límite
de la montaña
con trincheras.
Todos guardamos
la rabiosa geografía
en el espejo del alba.
Las mareas son trozos de sueños,
vidas sin memorias,
asombros de vergüenzas
clandestinas.
El secreto de padecer
en las rendijas.
Prisión sin remos.



Marea fronteriza

La ausencia es un cuerpo.
No revoca su lucha.
Tal vez caminemos
en los viajes del milagro.
El párpado feroz con
la inmensidad del sollozo.
Los pecados avivan
la ceniza,
la premonición
de los tugurios.
Las cerraduras del terror
se obsesionan,
dispuestas a desenmascarar
la señal de su libertad.
La marea es una frontera
donde los rostros
insinúan
el hambre de la sed.
Continúan desangrándose,
la población está de frente,
los sitios
no resuelven
mares prohibidos.
En las madrugadas
volvés la espalda.
El caudal del miedo
arde feroz ante
los nuevos ataques.
La frente
desafía
la indignidad.
No hay regocijo.
La sinrazón es un círculo
de callejuelas.
El día establece
la luminosidad de la ceniza;
ninguno repartirá su prodigio
en presencia de la maldad.
Te aferrás
a la tierra como
palabra.
Reconstruimos el mundo
en la mitad de la ausencia.



Olvido cabizbajo

El suplicio es un combate
injusto. La complicidad
de los vencedores en el conjuro.
Acosadas, las murallas
son magnitudes tardías,
universos rotos en sus lamentaciones.
El último relámpago
es un olvido cabizbajo,
el ocaso de las multitudes.
Apartaremos a los descreídos.
Ellos arrojaron
sus canciones de esperanza
como palabras esquivas.
Llamáme cuando encontrés
el rencor de los farallones,
la astillada feroz
donde empieza el estupor.
El mismo crimen.
La conjetura retiene
la unidad de sus alianzas.
Mantengámonos incorruptibles.
Levantemos las manos,
la certitud sin estampida.
La palabra
afianza
el fulgor de la libertad.

Miguel Fajardo Korea. (Costa Rica 1956) Licenciado en Español, Lingüística y Literatura. Vicepresidente del Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica. Académico propietario de la Universidad Nacional de Costa Rica. Profesor de Español en el Liceo Laboratorio de Liberia, Costa Rica. Dirige la columna cultural Perfiles en el periódico Anexión. Editor de veinte suplementos culturales. Ha publicado 18 libros y 600 artículos en medios de prensa del país, el extranjero e Internet. Ha participado en recitales, congresos, simposios, festivales y conferencias literarias en República Dominicana, Nicaragua, Argentina, Colombia y Costa Rica. Ha obtenido ocho premios, entre ellos: el Premio Nacional de Educación Mauro Fernández, Costa Rica, 2008 y el Premio Omar Dengo, Universidad Nacional de Costa Rica, 2009.

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