domingo, enero 02, 2011

Poemas de Johnny Barbieri



IV

Caminas y haces los caminos que se multiplican tras tus pasos
los espacios imprescindibles rodeados de un profundo silencio
el sol se eclipsa
los harapos llenos de horror cuelgan del tendedero
un ojo tirado en el suelo te ve pasar
un perro muerto se levanta y huele tus pies ensangrentados
las procreaciones se detienen
toda la gente te mira espantada
amarran su vida a sus sillas
se apilan a sus rincones
se hunden en sus pozos de plegarias
lo espeluznante vuela diseccionado
a través de los vidrios
nada queda en pie
una ciénaga en el aire derrama su cuajo negro
que nos alcanza a todos
las calles están vacías
los jueves están rotos
alguien a visto a Eleanor
detenerse frente a su olor de flores
yo la veo venir con su embolia cerebral en la mano
maquillada con cal
llena de yacimientos de constelaciones que va cargando la noche
la noche de papel con cráneos de papel
con ventosas de papel y esta vida de papel
para hacerla pedacitos.





XVI

Tener en la mano un campo incrustado de lágrimas
cruces negras inmensas solitarias
los ojos abiertos asaltados por el terror
tener la forma del dolor en tu piel
altares cubiertos de rosas envenenadas
violines tocando en un gran salón vacío
abajo los precipicios traspapelados entre tus cosas
se han levantado hasta contenernos
tengo la sensación de ir dando vueltas
sobre un fango con restos rotos destrozados
un cadáver de un corazón dibujado en tu pecho
cuando tu pecho tenía espadas atravesadas
que te hacían sangrar
Tener en la mano un hoyo cubierto de defunciones
treinta y tres avenidas para ir a buscar
un destino más feliz
en medio de este espacio volado en mil pedazos.





XXXV

Virgen de basalto
en este día cargado de muerte
te pido que guíes los pasos de Eleanor
te pido que le bajes los frutos porque ella es pequeña
desquiciada no tiene ojos
está decrépita y se desangra.





XXXVI

Al sur está Eleanor
tejiendo sobre un tapiz el instante de su muerte
al sur está el dorsal quebrado
al sur está mi patria sin ruedas
al sur está la vuelta a la luz
que ilumina el mundo.





Tres pájaros recién nacidos vuelan al horizonte
El horizonte edificado por este violín que yace roto sangrante decapitado ya no está más aquí nunca estará más aquí bajo esta luz intermitente calcinante que ciega mis ojos
Mis ojos hechos de alambres de un grito de horror a pleno día de maderas humeantes de los ojos arrancados a una muñeca de trapo destripada por mi hijo pequeño
Mi hijo de siete años está a punto de hacerse grande frente a esta lámpara que ilumina bajísimo bajo esta cama donde acaba de esconderse de los fantasmas
He de buscar a los fantasmas he de buscar el lugar inhabitable cubierto de grietas y telarañas que cuelgan de tu espalda
Espalda azul
Azul cobalto abarcando el universo cuando ya no estás el espacio se abrevia el espacio impredecible que hacen tus dedos
Dedos de hipnosis manos del mago constelaciones convocadas para leer el futuro
Qué es de ti pequeña qué fue de tu aureola deleznable qué fue de tu mariposa de baldosas de tu cielo de crayón de tu pueblo en el centro del Perú a donde no quisiste regresar
Pero regresaste después de veinte años después de veinte raíces incrustadas en tu corazón para recoger tus pasos tus frutos abandonados tus reces moribundas aquel estanque donde solías bañarte de niña
Niña rota cuadro desvencijado figura abstracta no me oyes ir por ti al fondo de este rincón inhabitable de esta oscuridad amortajada no me ves llorar acaso pequeña de trasto de trigo de traqueteo de dedos en la noche
Es la noche y hay gritos
Muchos gritos ensordeciéndome
Voz que ha salido del asfalto del mohíno plegado a sus huesos del silencio desoído casi como en el acto del crimen a la hora de la puñalada certera de la bala en la sien
Cien brazos para abrazarte pequeña niña abrazarte hasta el fin hasta destrozarnos hasta que la lluvia nos moje por entero hasta que el fuego nos queme en una choza lejana hasta que toda la sangre se nos vaya a los ojos hasta que los muertos resuciten hasta que el mundo de marcha atrás para revivir los días y no dejarlos ir
Ir hacia ti raudo y detener el tiempo.




1



unas manos elegidas para la crucifixión un escalpelo para seccionar las manos que aún poseen los dolores un madero de hule recién tallada a la medida de tu cuerpo bálsamo para aromar tu cabeza cuando se desprenda de tu tronco mirra para tus pies que han de andar descalzos sobre la grama incinerada azafrán para tu heredad antes que los pájaros bajen de los cielos y coman de tus ojos tálamo para tu cuerpo cuando converjan los ángeles sobre tu corazón y te lleven con ellos hacia la gran luz que ilumina el mundo.





2


una bandada de aves vuelan humeantes sobre el ábside bajo el cielo de la tarde oigo su gorjeo lacerante un tropel de ojos están petrificados frente a este cuadro atravesado por un puñal En esta tarde hecha de cortinas de seda se han replegado los espacios hay un caballo incinerado en este espacio un caballo con remaches de oro galopando en el crematorio un muñón de carne cuarteada ardiendo al rojo vivo los pasos trashumantes levantan polvaredas que se despliegan al horizonte sobre el ábside el horizonte se desvanece dejando sólo el espacio vacío.





CORDIS

Hilvano un corazón lila sobre la almohada ennegrecida
un corazón de abril que sea parte de este temblor
que habite esta imposibilidad de reducción hacia la piedra
piedra sedimentada desollada
arrojada al vacío
tez esculpida sobre la piedra que acaba de crecer
ojos humeantes que parecen piedras expuestas al sol
ojos que nos miran en esta noche que se apaga al ocultarnos
un corazón pequeño que alcance este pequeño movimiento
un corazón suspendido ante una cuenta regresiva
Oscura estatua de mármol detrás de las vendas
espesura de rasgos hechos de mordeduras
ausencia postrada a una cama extensa
llena de manos que hurgan cada espacio para encontrarte
fantasma en el tocador frente al espejo
espejo agonizante a veces roto
construyo un jardín para desyerbar el más lacerante dolor
construyo un promontorio de flores para ponerlas a tus pies
flores hechas de gritos
flores de luz de neón bajo el atardecer
flores de granizo con pétalos de oro
orbe construido a mano
mano de Dios omnipotente deshaciendo el mundo.
Johnny Barbieri y sus hijos Giordano y Vicenzo



Johnny Barbieri. Nació en Lima (1966). Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Federico Villarreal y Sociología en la Universidad Mayor de San Marcos. En 1990 Fundó con algunos amigos la agrupación poética Noble Katerba, y en 1995 La Mano Anarka. En 1993 ganó el Premio Nacional de Educación HORACIO. Hizo un posgrado en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Mayor de San Marcos. Participó en Encuentros Internacionales de Poesía en Perú, Chile, Cuba y México. Ha publicado Los libros: Branda y La Mesón de Los Pandos (1993), El Libro Azul (1996), MAKA (1999), Jugando a ser Dios (2000), Carne de mi carne (2002), La Virgen negra (2003), Libro HIndú (2005), Yo es otro (2007), La Edad de oro (cuentos, 2010).



1 comentario:

wilian toledo huaman dijo...

plumas bien cimentadas