martes, abril 29, 2014

'El escritor de verdad es escritor hasta su muerte': Vargas Llosa



Por: JEREMÍAS GAMBOA

El nobel habla sobre Gabo, la literatura colombiana reciente, el teatro y sus próximos proyectos.

Mario Vargas Llosa estaba un poco contrariado porque durante algunos días de su fin de verano en Lima había roto su rutina. Solo un par de días antes de esta conversación había dejado de asistir a la grabación de un spot para la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) debido a la sobrecarga de su agenda: en una misma semana presidió el encuentro de la Federación Internacional de la Libertad, que reunió a expresidentes, intelectuales y políticos del continente, y la primera Bienal de Novela, que lleva su nombre.
Sin embargo, fue la coordinación constante con la Casa Museo en Arequipa, a la que ha empezado a donar, no sin pena, los primeros miles de ejemplares de su biblioteca personal de Lima, lo que rompió su rutina de hierro. Vargas Llosa comentaba sus actividades y daba vértigo: viajar a Arequipa a inaugurar la biblioteca; a Ayacucho para pasar Semana Santa, vuelta a Lima a recibir un homenaje y luego a Venezuela, a solidarizarse con los opositores del régimen antes de visitar una Bogotá aún remecida por la muerte de García Márquez.
El Vargas Llosa de esa tarde no era todavía el hombre impactado que declaró escuetamente su pesar tras la muerte del otro gran novelista del boom. Lucía entusiasta a pesar del océano de compromisos que lo acechaba. Apenas le explicamos que la entrevista sería solo sobre literatura, se sintió de mejor ánimo aún. “Muy bien”, dijo. “¡A trabajar!”.

Se te vio muy emocionado en la clausura de la Bienal Vargas Llosa, cuando dijiste que era el mejor cumpleaños de tu vida.
Es que me pareció que todo funcionó mejor de lo que esperaba. No soy un pesimista congénito, pero temía que ocurrieran toda clase de catástrofes. Pensé que los micros no funcionarían, que los ómnibus no estarían a la hora, que los periodistas serían asaltados... Bueno, felizmente no ocurrió nada de eso. Los escritores estuvimos muy contentos: en todas las presentaciones en las universidades o en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima hubo mucha gente, sobre todo joven. Creo que por unos días tuvimos la ilusión de que Lima era una ciudad muy literaria, abierta al mundo de la lengua española. Una ciudad de lectores curiosos e inquietos.

Mientras hablabas de tu infancia, algunos pensamos que te ibas a quebrar de nuevo, como en el discurso del Nobel.
No, ¡ni hablar! (risas). Eso que me pasó en Estocolmo no me había ocurrido nunca y estoy seguro de que no me volverá a ocurrir. Para mí fue una gran sorpresa. Después me pregunté si no era una indicación de que ya estoy viejo, porque esas cosas solo les pasan a los viejos. Pero no, fue la acumulación de cosas. La semana del Nobel es muy intensa y emocionante, y todo Suecia participa de ella... Por otra parte, yo quería hacerle un homenaje a Patricia (su esposa), que ha sido fundamental porque me ha permitido dedicarme a leer y escribir sin preocuparme de todo lo pesado o aburrido. Me sorprendió mucho quebrarme así porque creí que me conocía bastante bien, pero fíjate que no.

Has dicho varias veces que prefieres no asistir a los congresos sobre tu obra, pero esta Bienal reunió a escritores que hablaron de sus experiencias de escritura. ¿Te quedas con algo interesante de ellas?
Escuché cosas muy interesantes y otras un poco menos, pero lo que más me interesó fue el ambiente, el buen entendimiento, que no hubiera esas tensiones que muchas veces caracterizan los congresos literarios. Es extraordinario que exista un congreso que reúna a escritores de distintos países, cosa que cada vez ocurre más. Ocurrió en la Bienal y ahora ocurrirá en Bogotá. Las fronteras se van desvaneciendo y el mundo se va volviendo un lugar habitable.

En una entrevista días antes del fallo del jurado dijiste que tenías las tres novelas finalistas en tu mesa de noche. Y hablaste de la ganadora en una columna.
Es una muy buena novela la de (Juan) Bonilla: sólida, ambiciosa. Había pasado injustamente desapercibida. Es un buen primer premio de la Bienal. El trabajo del jurado ha sido bueno. Ahora bien, algo que resulta interesante es que no solo hubo tres finalistas; hubo seis primero. Creo que lo que debe hacerse en el futuro es incorporar todos esos finalistas: entre los seis había muy buenas novelas y valía la pena que todas recibieran un espaldarazo.

¿Ya leíste las otras dos finalistas, ‘En la orilla’, de Rafael Chirbes, y ‘Las reputaciones’, de Juan Gabriel Vásquez?
Sí, las dos. Las tres novelas son muy distintas y todas tienen bastante relevancia.

Cuando el premio se anunció, un sector lo quiso ver como un certamen que compite con el Rómulo Gallegos...
No, la idea era hacer una cosa equivalente al Booker Prize inglés, muy interesante porque promueve la lectura de las obras finalistas y de la ganadora en todo el ámbito de la lengua inglesa, un premio apoyado por los medios a través de una gran difusión que primero anuncia una lista larga de novelas finalistas y luego una corta. Eso es lo que queríamos conseguir con este premio. No lo veo enfrentado al Rómulo Gallegos porque pueden coexistir. El Rómulo Gallegos –entregado por el Gobierno de Venezuela– quizás ha perdido un poco de audiencia porque se ha politizado, sobre todo desde la subida de Hugo Chávez. Pero mira, mientras más premios literarios haya, y mientras más serios sean, pues mejor para la literatura.

‘La Vanguardia’ recogió opiniones que se escucharon en los días de la Bienal sobre lo particular de que un nobel de literatura no se encerrara en su torre de marfil tras la consagración, sino que realizara actividades en pro de la literatura de su país. Has promovido a autores, escribes, lideras una bienal, encabezas la delegación peruana a Colombia...
Ese es un favor para la literatura en general, no solo para la peruana. Es necesario evitar el nacionalismo, que es muy peligroso. Lo que se tenga que hacer por la literatura tenemos que hacerlo los escritores, que sabemos mejor que nadie lo maravillosa que es; cómo puede enriquecer la vida y cómo cumple una función muy importante para la cultura democrática.

Fernando Iwasaki declaró que tu premio nobel había generado una mirada más atenta a la literatura peruana.
Ojalá que haya sido así. Hay una muy buena literatura peruana que merece ser leída, y no por razones nacionalistas.

En Lima, me resultó conmovedor ver en una cena a Juan Gabriel Vásquez y Héctor Abad recitando poemas de César Vallejo.
Me dijeron que fue muy conmovedor.

Ambos son escritores colombianos a los que has seguido atentamente.
Y ambos son escritores muy distintos y complementarios. Creo que Abad es el catoblepas típico que se alimenta de lo que tiene de sí, que se come a sí mismo. Y no estoy pensando solo en 'El olvido que seremos', sino en 'Traiciones de la memoria'. No sé si es autobiográfica, parcialmente inventada o totalmente inventada, pero es preciosa. Juan Gabriel Vásquez hace lo contrario. Sale de sí, inventa y parece desaparecer en lo que cuenta. Ambos son magníficos escritores.

Héctor Abad protagonizó uno de los momentos más álgidos de la Bienal cuando confesó que ya no escribiría más.
Héctor Abad es demasiado buen escritor como para que nos quiera hacer creer que se ha quedado vacío de ideas. Esa es una de las muchas maneras que tienen los escritores para buscar estímulos que los ayuden a seguir escribiendo: deprimirse, declararse estreñidos. A veces hay un cierto masoquismo que los escritores cultivamos en determinados periodos. Ese es el caso de Héctor y por eso no le creo. Él es el autor de uno de los mejores libros que se han escrito en lengua española y va a seguir escribiendo. A los escritores, cuando dicen que no van a escribir, no hay que creerles.

Le dijiste directamente que no le creías.
Sí, es así. Le dije ‘no te creo’. Ahora, Javier Cercas se lo dijo más a la española: ‘No me jodas, hombre’ (risas).

En la Feria del Libro de Guadalajara, antes de verte presentar tu última novela, vi a Fernando Vallejo presentando la suya y recuerdo haber salido desmoralizado; parecía que no tenía sentido escribir. A los diez minutos tú decías que era la mejor cosa que te había pasado en la vida.
Eso refleja simplemente la personalidad o la idiosincrasia de cada escritor. Yo recuerdo que Pepe Donoso era bastante parecido a Vallejo, pesimista, masoquista. Te daba la impresión de que podría suicidarse, ¿no? Pero luego me di cuenta de que esa era su propia manera de encontrar razones para escribir. Los escritores representan el abanico de las posibilidades humanas. Si un escritor deja de escribir, entonces su vocación no era tan firme. La literatura compromete totalmente la vida. Es, como decía Flaubert, una manera de vivir. El escritor de verdad es escritor hasta su muerte. Aunque no publique, seguirá escribiendo y vivirá para escribir aunque no escriba o escriba poco. Vivirá para escribir.

Recuerdo a David Grossman decir que al escucharte le entraban ganas de dejar la sala de conferencias que compartía contigo para irse a escribir...
Hay que pensar de esa manera para trabajar: pensar en llegar cada vez más lejos. La perfección es un ideal lícito, incluso necesario en un escritor. Pero que en busca de esa perfección llegues a anularte, no. Me niego rotundamente. La perfección absoluta no se alcanza jamás. Se alcanza en la música, quizá en la poesía, pero nunca en la novela.

Hace poco hablabas de fronteras que se diluyen. Durante muchos años hemos leído la narrativa peruana desde un enfrentamiento entre tu trabajo y el de José María Arguedas. Un momento de posible conexión fue tu libro sobre él, ‘La utopía arcaica’, que desató una polémica.
Yo creo que Arguedas fue un personaje trágico. En él había un lirismo extraordinario y una sensibilidad excepcional para el paisaje y el sufrimiento humano. Era un escritor intimista que cuando dio rienda suelta a su idiosincrasia escribió sus mejores trabajos. 'Los ríos profundos' es su gran obra precisamente porque es una novela que expresa su propia experiencia, su biografía. Ahora, en el prólogo de ese libro yo digo que, de los escritores peruanos, el que más he sentido, el que me ha interesado y al que he tratado de entender más ha sido Arguedas, que vivió en su dimensión más dramática la problemática peruana.
En ese prólogo dices que por primera vez estás abordando en un libro a un creador que no te influyó tanto...
Es que lo que me fascina de Arguedas es el caso Arguedas. A pesar de que he gozado leyendo de él ciertas cosas, no creo que le deba demasiado en cuanto al tipo de escritor que soy. Al menos no me ha enseñado lo que me enseñaron Faulkner, Víctor Hugo, Tolstói o Cervantes.

Es curioso, porque es posible establecer conexiones muy intensas entre ‘Los ríos profundos’ y ‘La ciudad y los perros’: ambas ocurren en colegios, los protagonistas se han separado del padre y se proponen como tipos sensibles ante las injusticias que ocurren.
Ah, mira, eso es verdad.

Hay un personaje que ejerce una autoridad con excesos: el Jaguar en tu novela y el Lleras en la de él; hay violaciones tremendas: en un caso a una perra y una gallina; en el otro, a una mujer opa (tonta) casi animalizada. El estilo y la estructura no son iguales, pero me pregunto si, en algún sentido, esa historia se instaló en ti y afloró cuando escribiste tu novela.
Pues mira, nada se puede excluir en la literatura. Uno se alimenta de todo para escribir y las cosas a veces dejan unas huellas de las que no somos muy conscientes. De hecho, yo leí 'Los ríos profundos' con enorme interés cuando salió, así que no descarto que de alguna manera pueda haber sido un material de trabajo para mí. Inconsciente, claro, porque conscientemente no creo haber pensado en ese libro mientras escribía 'La ciudad y los perros'.

En ‘La utopía arcaica’ hablas de la lectura ideológica que caracteriza la literatura en la región. Según tú, Arguedas fue víctima de esa presión ideológica.
Sin duda. Muy fuerte en su caso.

A propósito de eso, hay novelas tuyas que han sido leídas de una manera injusta por motivos similares. ‘Historia de Mayta’, por ejemplo...
Esa es sin duda mi novela peor leída. La peor tratada. Lo que me sorprendió fue que muchos de los ataques que recibió se centraban en la homosexualidad del personaje. Ahí descubrí que la izquierda peruana de esos años era ferozmente homófoba, que tenía los prejuicios que normalmente se atribuyen a los sectores conservadores: les parecía el colmo de la ignominia que Mayta fuera un homosexual. Se la leyó como una novela contra la izquierda porque yo tenía posiciones muy críticas contra ella, pero en realidad es una novela sobre un personaje trágico. Eran años en que la izquierda latinoamericana, no solo peruana, estaba muy fanatizada, era dogmática e intolerante.

Leí a Alberto Fuguet decir esto: ‘Hoy ‘Historia de Mayta’ se dispara’. Para varios escritores jóvenes es uno de tus grandes libros.
Me alegro mucho de que lo haya dicho Fuguet, que es muy buen escritor. Y me alivia un poco porque me siento desagraviado (se ríe).

Fuguet y otros autores, incluido yo, han reconocido la influencia de ‘El pez en el agua’. Recientemente has deslizado que trabajarías en el segundo tomo de tus memorias.
No lo he decidido. He pensado en un segundo tomo sobre los años que viví en París. Yo llegué allí en el 59 y estuve hasta el 66. Fueron siete años en los que ese París mítico era todavía la ciudad de las artes, de las letras, de la inteligencia. En esa ciudad los escritores, los pensadores, los artistas eran las grandes estrellas y la vida parecía girar en torno a ellos. Cuando yo llegué estaban vivos Sartre y Camus. Eran los años del teatro del absurdo, de Beckett, con Ionesco, Adamov, los años de la Nouvelle Vague y del gran debate sobre la nueva novela de Robbe Grillet y Nathalie Sarraute... El gran hallazgo de París para mí fue descubrir América Latina, descubrir que era latinoamericano y conocer escritores latinoamericanos.

Uno de los rasgos originales de ‘El pez en el agua’ es que es un relato sobre la construcción de un escritor a través de los ciclos en que no escribe: la niñez y la candidatura presidencial. Cuando supe que barajabas el segundo tomo me imaginé que el personaje de las memorias anteriores llega a Madrid y se hace escritor, la historia de tus primeros grandes libros.
Bueno, ese sería el tomo, sí. Y si lo hago, esos serían los años que cubriría.

Y la otra parte, vinculada al tiempo de la consagración. Cuando escuché el discurso del Nobel me pareció que era la semilla de un libro también, el del Mario ya mayor.
Al final todos son embriones de libros que se podrían desarrollar. Hay que elegir a cuál dedicarse... Pero no lo sé aún. Tengo muchas dudas, pero sé que voy a decidirlo pronto. Si lo hago, lo haré ahora, mientras la memoria está fresca. Temo que después se me empiecen a confundir los recuerdos.

Por otro lado, acabas de terminar una obra de teatro inspirada en Boccaccio...
Se llama 'Los cuentos de la peste'.

¿Tiene fecha de estreno?
Los ensayos empiezan el primero de noviembre y se estrena el 15 de enero del 2015, en el Teatro Español, de Madrid.

Dijiste que actuarías si Patricia te da permiso.
Mira, va a depender no tanto de Patricia como de mi memoria. Terminé creando un personaje que estaría más o menos a la altura de lo que yo podría hacer. Voy a ensayar para la obra, pero he quedado con el director que si la memoria me falla no entraré a escena porque sería una catástrofe. Si la memoria resiste, voy a hacer la prueba, porque haber pasado por el escenario ha sido maravilloso. Tú sabes mejor que nadie que vivir la ficción cuando la creas es una cosa maravillosa, pero cuando te transformas en un personaje de ficción sobre un escenario entonces la vives de una manera absolutamente intrínseca. Es una experiencia que un novelista no tiene nunca. Eres la ficción misma, una ficción encarnada.

El capítulo de Gabo
Ha dictado cátedra sobre ‘Cien años de soledad’

Hace poco dijiste que habías leído varias veces ‘Cien años de soledad’.
La he leído muchas veces, sobre todo cuando he tenido que enseñarla. La he enseñado mucho.

¿Ha cambiado tu percepción de la novela con el paso del tiempo?
Toda la novedad que representó cuando la leí por primera vez ya no existe, pero sí creo que va a pasar la prueba del tiempo. Es un libro que será leído muchísimo por su enorme originalidad, su enorme riqueza verbal, su imaginación chisporroteante. Todo eso constituye una unidad. Es uno de los libros de nuestro tiempo.

En ‘Historia de un deicidio’, tu libro sobre la obra de García Márquez, tu lectura crítica se dirige hacia esa novela del mismo modo en que en la narrativa vas en pos de un ‘cráter’ (momento de gran tensión dramática). ¿‘Cien años de soledad’ es el gran cráter de la obra de Gabo? ¿Es tu libro favorito de él?
Yo terminé ese libro cuando García Márquez trabajaba en algunos relatos de lo que luego sería 'Doce cuentos peregrinos'...

Y empezaba ‘El otoño del patriarca’.
Sí, pero ese libro ya no entra en 'Historia de un deicidio'. Te puedo decir que con el paso del tiempo sigo creyendo que 'Cien años de soledad' es la gran obra de García Márquez. Y creo que todas las otras o son una preparación para 'Cien años' o una derivación de ella.

Una de las cosas que comparten García Márquez y tú, además del Nobel, es el biógrafo, Gerald Martin, que prepara un libro sobre ti.
Ese es un libro que espero con mucho temor (risas) porque Martin ha conversado con todo el mundo, ha estado en todas partes, ha metido la nariz en todo lo que he hecho. Ahora bien, se demoró 17 años en la de García Márquez, así que espero que se demore 17 años también en la mía, para no estar aquí cuando salga (risas).

Perú llega con una delegación sin precedentes

En el pabellón 4 de Corferias
Arquitectos peruanos diseñaron el pabellón del país invitado de honor a la Filbo, que contará con una gran librería con más de 15.000 títulos, exposiciones fotográficas y artesanales, y una muestra gastronómica.

Para los niños
Los niños tendrán una zona especial que alude a los más de 6.000 km del emblemático Camino del Inca, cuyas vías se extienden hasta la frontera con Colombia.

Más de 60 escritores
Entre los autores peruanos que vienen se encuentran Santiago Roncagliolo, Daniel Alarcón, Eduardo Chirinos, Julio Villanueva Chang, Iván Thays, Gabriela Wiener, Fernando Ampuero y Grecia Cáceres.

Música
Así mismo, vienen la Orquesta Sinfónica Nacional de Perú; el Elenco Nacional del Folclore, con los montajes ‘Retablo’ y ‘Carnavales’; la violinista Pauchi Sasaki y su cuarteto, y los grupos Nova Lima y Bareto.

Fuente: El Tiempo

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