viernes, agosto 06, 2010

La palabra enterrada de Denis Castañada

Nuestro buen amigo Denis Castañeda (Chimbote, 1978) nos sorprende esta vez con su tercer libro de poemas La Palabra Enterrada. Un poemario de bella fluidez de imágenes y reminiscencias, donde al parecer el autor pretende corporeizar un todo hecho de eros y tánatos (sumerción a lo más profundo del ser o alegoría de la muerte). Aquí publicamos como muestra sólo tres poemas.


ESPLENDOR EN TU ADIÓS

A: Carmen Rosa

Te distingo
En el trayecto
El olor de tu atmósfera es innegable
Y la garúa hace que nazcas
Para llamar a mi aposento
Eres la creación insolada
Has poblado el océano que he recorrido
Con el latido ya se oye a lo lejos
En la oscuridad
Paso a paso
Hasta llegar al horizonte
Y verte en la inmensidad de la fantasía
Dormida adornada de moneda y nieve
Con tus cabellos derramados en la hoguera
Como el ave nocturna en mis visiones
Y tu cuerpo como la noche que me ha desvanecido
Son los trozos de tinieblas que atrapo en mis manos
En el silencio que se desprende
En el trastorno de ese oleaje como el vaivén que existe
En tu morada
Y el deambulo en las luces
Y convierto en la fluvial callejuela
Para descansar sin percibirte
Callado
Tan sólo esperándote
Y me rosearme de escarchadas sombras
O me iluminarme
Donde finaliza tu estar
Y conversas
Con mi conocimiento
Y convulsiono entre lágrimas y charcos
En el apogeo
Y en el dolor perpetuo
Me enclaustro
En la orilla de tu cuerpo
Al infinito
En la lúgubre terráquea
Que me apremia
Al sujetar cabeza
Eres eterno litoral de cristales y cerezas
Y el amor que se materializa sin tregua
Al abrir tu fugaz existencia
Para posarnos dentro de la catacumba.



ENTRE CIRIOS

La luminiscencia empieza a brotar
en el goce
de nada servirá el galápago
en la partícula de sangre que reposa
en lo profundo y que ahonda a mi vahído.

Fragilidad en la luz
que apenas te asedia
como la temperatura
de la cual bebíamos.

No... no te marches por la densidad
que hoy es testigo
de tu inútil defensa.

Se desdoblan las flores
se calcina el gemido
y la impavidez te transporta
en el sarcófago irradiado por los cuatro cirios.



DESANGRO EL FRÍO DE LAS NAVAJAS

Desangro el frío de las navajas
en el edén de la niebla
caída que otorgan mis huellas
en un trance suicida donde
mis vestiduras cruzan
las veredas de tu cobriza piel.

Los eslabones de la pirámide
resisten al ritual sacro.

Mis pasos anuncian la seducción
y los cuervos sobrevuelan
por nuestra estirpe.
El olear te ha consumido
como el polvo a la serpiente
que hoy recorre mi exhalado templo.

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