domingo, enero 15, 2012

Tatiana de Rosnay novela el "traumatismo intemporal" de perder una casa

Tatiana de Rosnay novela el "traumatismo intemporal" de perder una casa
La escritora Tatiana de Rosnay, autora del superventas "La llave de Sara", novela ahora en "La casa que amé" el "traumatismo intemporal" de perder el hogar, en una obra ambientada en el París de hace 150 años, cuando se dinamitaron miles de edificios para abrir las soberbias arterias de la capital francesa.
Avenidas como la de la Ópera o los Campos Elíseos, bulevares como el de Saint-Michel o el de Saint-Germain y parques como los de Boulogne, Monceau o Buttes-Chaumont contribuyeron a "sanear" y "embellecer" la capital francesa, pero "¿a qué precio?", se pregunta De Rosnay en una entrevista telefónica con Efe.
Al precio, responde, de fulminar el París más pintoresco, de hacer miles de expropiaciones, de reducir a cenizas entre 4.000 y 6.000 edificios, modificar en profundidad el 60 por ciento de la ciudad y de expulsar a la periferia a los habitantes más modestos.
Pero dicho esto, y pese a la nostalgia que le produce no haber conocido ese París de Víctor Hugo y Charles Baudelaire, De Rosnay concede que el resultado de aquel "enorme traumatismo" sufrido por miles de familias durante los 17 años de obras es "magnífico".
El artífice de aquella impresionante remodelación urbana fue el barón Georges Eugène Haussmann (1809-1891), que hizo carrera en el Segundo Imperio de la mano de Napoleón III, y cuyo apellido dio nombre a uno de los bulevares emblemáticos de París y a un estilo arquitectónico de bellos y señoriales edificios de piedra.
Haussmann, también conocido como el "Atila de la línea recta" y "el verdugo destripador", llevó a cabo sin titubear la misión que le había sido encomendada: "Sanear, unificar y embellecer París".
Pero "La casa que amé" (La Suma de Letras) no es una novela histórica, en el sentido, precisa De Rosnay, de que no ha escrito sobre Haussmann sino que la protagonista (Rose) es una mujer que tiene la desgracia de que su casa es una de las desahuciadas.
Y lejos de resignarse, Rose, una viuda de 60 años, hace todo lo posible, aunque sin éxito, para salvarla.
Esta aventura, cuyos derechos para el cine ya han sido vendidos, De Rosnay la escribió "en memoria" de los innumerables parisinos expropiados y obligados a comenzar una nueva vida lejos de París.
La historia se sitúa en el literario Saint-Germain-des-Prés, uno de los barrios preferidos de esta escritora francobritánica.
Rose es un personaje de ficción, pero no su casa que sí existió. Era blanca y de tres plantas, y estaba ubicada en la desaparecida calle Childebert, que bordeaba la abadía de Saint-Germain-des-Prés.
"Maravillada", De Rosnay la descubrió en una exposición sobre la obra del fotógrafo Charles Marville, a quien Haussmann encargó inmortalizar con su cámara las calles abocadas a ser destruidas.
"Me di cuenta de que hace 150 años había otro París" y "me dije que tuvo que ser muy difícil vivir en aquellas condiciones, con obras durante 17 años, con tanto ruido, polvo y grava, tuvo que ser infernal y un enorme traumatismo, aunque el resultado es magnífico".
Y añade que "lamenta" no haber conocido el viejo París y no poder "viajar al pasado" para pasear por su calles, pese a que concede que las obras de saneamiento y alumbrado acometidas a gran escala en la capital francesa eran necesarias para modernizar la metrópoli.
En ese faraónico proyecto de modernización fueron cayendo, como fichas de dominó, miles de edificios.
Una tremenda apisonadora que redujo a escombros todo a su paso y que para De Ronay, en cuyas novelas las casas, los sitios, los lugares tienen un papel fundamental, suponía el "ejemplo perfecto" para reflexionar sobre "qué significa perder el hogar".
En un ejercicio de acercamiento al mundo de Rose, la protagonista de esta novela epistolar, De Rosnay apagó el ordenador para escribir "La casa que amé" a mano, con su pluma.
Y encontró, dice, "otra forma de escritura más lenta, más rica, en el sentido de que en el tiempo de Rose no había ordenador, internet, ni teléfono, ni radio, se pasaba más tiempo leyendo, las noticias circulaban más lentamente, y era ese ritmo el que necesitaba".
"Somos náufragos de la era digital, nos enviamos mails, sms, nos hablamos por Facebook, Twiter, no conocemos nuestra escritura, nadie se envía cartas, incluso hoy los adolescentes se envían sms de amor, y tenía ganas de rendir homenaje" al género epistolar, indica.
Con varias de sus novelas en proceso de adaptación al cine, De Rosnay sueña que Meryl Streep interprete a Rose. Tiene, asegura, "esa belleza y esa dignidad" que requiere el personaje.
Por Catalina Guerrero.
EFE

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