Por Anubis Galardy
La Habana, 14 feb (PL). La literatura es mi vida, afirmó aquí la escritora surafricana Nadine Gordimer, como quien profesa una fe sometida una y otra vez a prueba, desde que decidió abrirse a sí misma, a los 26 años, las puertas de la literatura.
Hoy tiene 86 y su credo sigue siendo el mismo. Aun mantiene una figura esbelta, un paso ágil, una lucidez alerta y las mismas convicciones que la llevaron a enfrentarse a un regimen encarnizado de segregación racial, el apartheid, y a toda forma de injusticia.
Los escritores estamos comprometidos con la exploración de la vida, pero no solo somos escritores sino también ciudadanos de un país, reflexionó en un diálogo con el público en la 19 Feria Internacional del Libro Cuba 2010, en el espacio Encuentro con..., donde presentó la edición cubana de su novela Un capricho de la naturaleza.
La vida es un misterio maravilloso y profundo en todos sus aspectos -cultural, social, político. Somos seres humanos con responsabilidades humanas, precisó.
A su juicio, cuando la vocación es auténtica y alguien decide ser escritor, su primera obligación es leer y leer todo lo mejor que le ha antecedido y, a partir de esa experiencia, pensar cómo puede aportarse algo nuevo y qué hacer para materializarlo.
Con una técnica precisa, afinada, que sirve de cauce a una narrativa sin estridencias, hilada como al conjuro de una sola respiración, Gordimer acumula 16 novelas cuyos personajes, según confesión propia, han contribuido a enriquecer su propia individualidad. Me han ayudado -dijo- a ser lo que soy.
A su edad, más que leer lo nuevo, revisita los libros de los grandes autores que la marcaron en su juventud primera, entre ellos La guerra y la paz, la obra monumental del ruso León Tolstoi; los cuentos de otro ruso excepcional, Anton Chejov -en los que han bebido todos los autores contemporáneos-, y En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Entre los clásicos en lengua hispana, se refirió con devoción al cubano Alejo Carpentier, "a quien hay que regresar siempre porque indagó muy profundo en lo que somos como seres humanos. Es una influencia para todos los escritores", comentó. También lo son, apuntó, el argentino Jorge Luis Borges y el mexicano Carlos Fuentes.
Gordimer se enorgullece de haber escrito siempre lo que pensó que era necesario y ya, casi en la despedida, aseguró que su sueño para el futuro, como el de muchos de sus camaradas, es ver la justicia humana extendida a todos.
Hay que lograrla no sólo en el país donde se vive, declaró, sino crear los vínculos y conexiones necesarios para que esa justicia alcance a todos.
Seis títulos suyos, además de Un capricho de la naturaleza -cuyos derechos de publicación donó a la isla-, salieron a la venta en la feria, aunque resultaron insuficientes para apagar la avidez por las obras de esta escritora capaz de borrar de un solo soplo las distancias geográficas.
Nadine Gordimer anduvo por la feria editorial habanera como quien recorre un camino conocido. Desde hace largo tiempo apoya a esta isla del Caribe, cuyos sueños y destino defiende, subrayó.
Agradezco que me invitaran. Viva Cuba, dijo con fervor en la despedida, y la frase surcó el aire como una flecha cálida.
Fuente: Prensa Latina
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