PATIO DE BESTIAS de Manuel Cadenas Mujica (Editorialcasatomada. Lima, 2007).
Patio de bestias la primera novela de nuestro querido amigo, poeta siempre, Manuel Cadenas, nos ha sorprendido, primero, por devolvernos a una época que representó para nosotros una orgía de poeticidad, amistad, locura y, sobre todo, bohemia. Mirado, como debe ser, con los ojos del iluminado. Historia que por momentos es ganado por la más estricta veracidad (en lo que me ha tocado ser testigo), sus personajes verosímiles, extraídos a pujanza de la realidad: Macha Cruda (mecenas para algunos), Rodrigo (hoy en Argentina a la espera de todos), Lupito (el gran loco, desaparecido en algún lugar), Miguel (Luchito Mestanza), las Chimoltrufias (recuerdo a Zoraida y Liliana), las bestias (chunchos, como se les conocía en aquella época), los bohemios del club SALUD (del cual formé parte), Alfi (quizás el más castigado por el flagelo nada indulgente del autor, hoy un excelente periodista, siempre puntual). Lo segundo que nos ha sorprendido es el desborde poético que encierra la prosa de Manuel, muy marcado en casi todo el libro, uno de los pasajes más interesantes es, al menos para mí, cuando aborda a Felipillo (su perrito lanudo, color blanco que conocí cuando se lo encargó a Rodrigo en su casa de San Juan de Lurigancho y luego también lo vimos vagando por una calle del Rímac); “Cuídate, Felipillo, cuídate mucho, no camines solo por las noches, los automóviles son muy peligrosos, la gente que tiene uno de esos monstruos de metal y ruedas cree que es superior y le importa un pito que te quedes tirado como un perro en medio de la pista con la pata rota. Son los golpes de la vida, Felipe. ¿Vas a cuidarte? Pero no me mires así, perro de mierda, grandísimo pendejo, que ya sabes qué cojudo soy y qué sentimental…” El libro nos gusta tal vez porque fuimos parte de su historia, a veces como personaje a veces como testigo, y nos gusta aún más porque no bien sintiéndonos dentro de aquella poeticidad que provoca placer al leer, al igual que Manuel, somos unos cojudos sentimentales.
Patio de bestias la primera novela de nuestro querido amigo, poeta siempre, Manuel Cadenas, nos ha sorprendido, primero, por devolvernos a una época que representó para nosotros una orgía de poeticidad, amistad, locura y, sobre todo, bohemia. Mirado, como debe ser, con los ojos del iluminado. Historia que por momentos es ganado por la más estricta veracidad (en lo que me ha tocado ser testigo), sus personajes verosímiles, extraídos a pujanza de la realidad: Macha Cruda (mecenas para algunos), Rodrigo (hoy en Argentina a la espera de todos), Lupito (el gran loco, desaparecido en algún lugar), Miguel (Luchito Mestanza), las Chimoltrufias (recuerdo a Zoraida y Liliana), las bestias (chunchos, como se les conocía en aquella época), los bohemios del club SALUD (del cual formé parte), Alfi (quizás el más castigado por el flagelo nada indulgente del autor, hoy un excelente periodista, siempre puntual). Lo segundo que nos ha sorprendido es el desborde poético que encierra la prosa de Manuel, muy marcado en casi todo el libro, uno de los pasajes más interesantes es, al menos para mí, cuando aborda a Felipillo (su perrito lanudo, color blanco que conocí cuando se lo encargó a Rodrigo en su casa de San Juan de Lurigancho y luego también lo vimos vagando por una calle del Rímac); “Cuídate, Felipillo, cuídate mucho, no camines solo por las noches, los automóviles son muy peligrosos, la gente que tiene uno de esos monstruos de metal y ruedas cree que es superior y le importa un pito que te quedes tirado como un perro en medio de la pista con la pata rota. Son los golpes de la vida, Felipe. ¿Vas a cuidarte? Pero no me mires así, perro de mierda, grandísimo pendejo, que ya sabes qué cojudo soy y qué sentimental…” El libro nos gusta tal vez porque fuimos parte de su historia, a veces como personaje a veces como testigo, y nos gusta aún más porque no bien sintiéndonos dentro de aquella poeticidad que provoca placer al leer, al igual que Manuel, somos unos cojudos sentimentales.