1. en la casa de Nicanor encontré una ventana
(memorial de
una visita a la casa del poeta Nicanor Parra)
en la casa de Nicanor hallé un tren descarrilado
con cuervos parados sobre los vagones,
hallé un periódico abierto y un pedazo de escondite
bajo el velador,
hallé un poco de veneno pisado en el suelo,
algunos libros oxidados que hojeé hasta llegado el
amanecer
de pasado mañana,
oí a la Viole voraz con un latido desbordándole el
pecho,
entré a su cuarto recién desatado,
me recibieron fuegos artificiales y una copa de
vino,
su sombrero incinerado en medio de la cama,
un bastón inmenso enzarzada de huellas que iban al
mar,
subí una escalera para alcanzar su altura,
solo alcancé unos pájaros que volaban al sol.
en la casa de Nicanor encontré una ventana blanca
hecha de vías férreas,
una hornilla apagada y unas llaves para abrir
baúles rotos,
una Venus de Milo imponente que se movía lenta
a nuestro paso,
encontré un cuadro de familia,
una como la mía
y anduve por sus cuartos amueblados de ayeres.
encontré viejas máquinas de escribir que
escribieron
largos silencios próximos a callarse,
líneas diagonales hacia el jardín,
un epistolario de palomas mensajeras
que volaron para no volver,
sobre una mesa redonda una botella de vino y
cuatro sillas mal acomodadas
para elegir sentarse hoy o ayer,
encontré la Torre Eiffel pintada con tiza blanca,
recordé ir a Francia mañana
y visitar a Emilie Gully en Lyon,
en la casa de Nicanor hallé una ilusión,
unas ganas de beber poesía hasta abotagarme
de magia.
en Santiago bebí un tonel de vino
y leí poesía en el hotel junto a mi compañero de
viaje,
fuimos al mar a pescar pájaros
y solo encontramos el espacio evanescente de la
tarde
que se cerraba frente a nuestros ojos.
buscamos ver el mundo
y vimos más que el mundo
en esa casa lacrada en piedra con tejas azulinas,
donde una puerta sin cerradura nos gritaba
ANTI POESÍA.
10. casa azul
(Frida Kalho en
azul)
y fue azul el sol,
las piedras que caían derribadas por tus manos
eran azules como el océano,
los zarcillos de plata de Coatza eran azules,
la blusa Náhuatl tejida en croché
era azul como las plumas de los faisanes
o eran faisanes con blusas azules,
la casa en Coyoacán como un alud
se expandía por las calles,
los azulejos trepaban por los árboles viejos y
daban frutos,
una manzana azul cayó y se rompió el cráneo,
el dolor se hizo azul zafiro,
yo fui a casa de Frida a ver la luz azul, a la casa
de la urdimbre,
a la casa de las témperas de colores del cielo en equinoccio,
la encontré dormida,
hubo reliquias dormidas, tinajas dormidas,
edredones dormidos,
óleos que jugueteaban entre formas y colores,
líneas y
sombras,
un autorretrato policromado,
una desnudez huesuda, acezante desde la matriz,
un alud de colores,
unas inmersiones a la luz que hacía el día en todo
su esplendor,
el sol azul, el árbol azul, la casa azul
donde estoy replegado al mundo,
mirando a Frida ceñirse a su silueta prehispánica,
mirando su rostro, su abdomen, sus senos pequeños,
su vértebra recién inventada,
su cuerpo de paloma echado a volar.
en Buenos Aires
conocí la verdadera fragua,
la fragua que
incendió nuestros silencios.
ahora veo tu
retrato crecido,
la calle
cómplice de nuestros suicidios.
la cama hecha
pedazos,
tu sombra
fantasmal,
el espejo
vacío,
la habitación
vacía llena de árboles sin hojas,
el vinilo de
Gardel roto, la copa con el vino roto,
las lunetas de
mis gafas rotas,
el obelisco
roto,
la palabra que
callamos rota en mil pedazos.
hoy te hablo
con los ojos rotos.
un tango roto,
solitario
me acompaña por
estas calles donde voy dando vueltas
buscando el
final.
Borges es el
final.
la Avenida
Corrientes es el final.
el sol porteño
me ha eternizado frente a ti.
todo es un
final.
cuando bajo la
rambla hacia el mar el cuchillo
que me
atraviesa es el final,
cuando voy por
el paseo portuario
cantando un
tango milonguero la bala que penetra
sobre mi ojo
izquierdo es el final,
tu amor es el
final en una llanura pampeana,
es el final
cuando voy de una barraca a otra
buscando un
porrito para pasar el día,
es el final en
lunfardo cuando me miro al espejo
y solo hay un
gran árbol echando humo,
es el final
aquí entre Callao y 9 de julio
donde estoy a
solas detenido por siglos
con mis pasos
que solo desesperan.
reverbera México
humea el asfalto en el Zócalo,
la bandera de México ondea a revolución,
las cornetas suenan, los caballos galopan a
perpetuidad,
hay cicatrices, un sombrero ancho con tiras
blancas,
un recién nacido con sus órbitas vacías,
un esqueleto con su esqueleta y su ropa de novios
ajados,
una foto de Pancho Villa frente a unos plantones,
una tira de balas, una ráfaga de hojas secas,
un toro a la deriva en el centro de la plaza
hincándome
en la panza.
huele a sequía, huele a res muerta, un bolero me
habla
de las Chivas mientras viajo en metro a Coyoacán,
veo a Frida desnuda con un cuchillo atravesado en
su
espina dorsal,
veo su cama enferma, veo su tronco horizontal que
no ha
terminado de crecer, veo el azul casi negro en
tinieblas.
afuera un árbol que se deshoja a la eternidad.
reverbera México.
es eterno el sonido, las moscas que zumban
alrededor del muerto, la losa fría que recibe
el cuerpo que ya no se moverá mañana,
la tierra ya no se mueve mientras voy girando
alrededor de la misma pila de trapos,
esperando que cante el gallo
y se levanten los muertos.
cráneo de palo, brasa que se levanta para
incendiarlo todo.
se detiene mi aliento frente a tu piedra mayor.
rostro quechua.
alfarero del polvo.
dime Guayasamín cuáles son los caminos a la luz,
cuál es el gran árbol preñado que hará nacer los
pájaros eternos.
el vuelo a la vastedad, el embrión en un urdir
interminable.
crece el pasto alrededor de Guayaquil.
crecen los días pluviales, el grano de maíz a ras
de la tierra.
crece la mano que se hace asible al nido derruido,
a la fosa desenterrada.
nace el verdor tras la montaña
y las canteras de oro refulgen frente a todo el
mundo.
crece la lumbre en los umbrales, germina la flor en
la montaña.
tus manos Guayasamín se han hundido en el lodo para
tocar
las entrañas de América.
es tierra firme en Quito.
la savia se extiende llevando la luz a todos los
rincones.
el grano de maíz crece, la siega se hace
interminable,
los rostros amerindios salen de sus orígenes a la
superficie.
tú lo ves Guayasamín con tus ojos del edén,
en ese hierro vuelto gesto humano,
en ese grosor de tierra hecho latido perpetuo.
andar alrededor
de un harnero, bordear un trigal
vestido de
espantapájaros, coger un fruto reclinado a ser semilla.
Medellín
garabateado en una hoja de cuaderno,
un dibujo a
lápiz del sol en Santo Domingo. hay setos creciendo tristes.
un yunque en
Cajamarca con enchapes de oro.
Quito enhebrado
en un manto que cuelga del tendedero.
andar en mula,
cruzar Caracas cargando una mula.
vestirse de rey
en Río, subir a un tren fantasma en Montevideo
y robarle un
ojo al muerto.
cardúmenes en
la pared pintados de negro,
atados con cadenas
en Puerto Príncipe.
sedimentos para
andar por toda América cantando
una canción de
protesta.
tocar el bongó
en Matanzas, el bandoneón en Buenos Aires,
el charango en
Junín.
salir por la
ventana a Granada y ver Puebla o San José,
salir al
intersticio donde se inicia el mundo.
caminar
alrededor de esta heredad amerindia,
sentir la
historia en cada pulsación,
sentir la
tierra recién desentrañada.
ya todo será
luz, un camino tras otro más largo,
un amanecer en
su mayor espesura, una sucesión
de crepúsculos
que arda en nuestra piel.
todo será
matriz.
madre América.
Su obra comprende: Branda (1993, Ed. Virtual
2020), El Libro azul (1996), MAKA (1999), Jugando
a ser Dios (2000), Carne de mi carne (2002), La
Virgen negra (2003), Libro Hindú (2005), Yo es otro
(2007), La Edad de oro (2010, cuentos) Corazón de abril
(2011), Pampa de perros (2012, novela), Rotos todos los
cabos (2013, antología poética), Bandera de herejes (2015),
El Caberet verde (2016, cuentos), El Hijo rojo y otros
cuentos (2018, 2da Ed 2022), Madre América (2020, Ed.
virtual), Expediente Vallejo (2021, Ed. Virtual 2020) Sol
Rupestre (2021), Supremo sur (2023) y Filigranas
para Camila (2023). Hizo una Maestría en Literatura Peruana y
Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.