jueves, enero 31, 2013

La corrección política llega a la literatura infantil

 
Por: Joaquín Rábago
 
Lo cuenta el semanario liberal alemán "Die Zeit" y es un ejemplo más de a qué extremos nos lleva muchas veces la corrección política, sobre todo cuando se aplica a la literatura, en este caso a la literatura infantil.
 
Presionadas por los grupos preocupados por estas cosas, algunas editoriales alemanas han decidido sustituir en ciertos cuentos infantiles que son hoy ya clásicos como los de la serie protagonizada por "Pippi Calzaslargas" ciertos vocablos que hoy resultan ofensivos para determinados grupos de población.
 
Una de esas palabras es "Neger" (en alemán "negro" referido al individuo de ese color de piel), que tiene hoy una connotación tan negativa como su equivalente en otros idiomas y que aquí también intentamos sustituir muchas veces por "moreno".
 
Como sabrá cualquiera que haya leído los libros de Astrid Lindgren, el padre de Pippi es un navegante que, en la imaginación de la pequeña, se ha convertido en "rey de los negros".
 
En la nueva edición alemana políticamente correcta se ha eliminado esa palabra y Pippi ha dejado de ser la "Negerprinzessin", literalmente "la princesa negra", y se llama "Südseeprinzessin" (princesa de los mares del Sur).
 
¿Qué hacer, por otro lado, se pregunta la revista con el "Kleiner Neger", literalmente el "negrito", que aparece al comienzo de la novela de Michael Ende "Jim Botón y Lucas el maquinista" como un pequeño Moisés en el interior de un paquete? ¿Deberíamos llamarle "morenito" o "niño de piel oscura"?
 
Hay quienes han detectado en "Pippi Calzaslargas" "resentimiento" y "racismo colonial" y citan a título de ejemplo la afirmación que hace en determinado momento la heroína de que en el Congo "no hay una sola persona que diga la verdad. Mienten todo el día. Comienzan muy temprano, a las siete y no paran hasta que se pone el sol".
 
Es cierto que los libros de la escritora sueca, criatura de su época, encierran expresiones que hoy nos resultan un tanto chocantes, como tantos otros ejemplos de la literatura: desde la Biblia hasta nuestro Pío Baroja, pasando por Dante, Quevedo o William Shakespeare.
 
Así, en determinado momento, dice la heroína: "Yo tendría mi propio negro, que todas las mañanas me untaría el cuerpo de betún para ser tan negro como los otros niños. Todas las noches me sacaría a la puerta junto a los zapatos".
 
¿Qué decir, por otro lado, del sadismo, la violencia o el sexo contenidos en muchos de los cuentos populares que recogieron los hermanos Grimm y que hoy forman parte del acervo cultural europeo? ¿Habría que suavizarlos o cambiar incluso su contenido en aras de la corrección política?
 
Los niños tienen una gran imaginación , los atrae todo lo exótico, lo extravagante, y, como señalan algunos psicólogos, ahormar los textos para cumplir nuestra idea de la corrección política es destruir su creatividad y fantasía. Como explica el experto Hartmut Kasten, de la Universidad de Múnich, ningún niño va a tener miedo del rey negro. El problema son los adultos, que proyectan en él sus propios temores o prejuicios.
 
La solución más sensata sería no censurar un texto, pero sí explicarle al niño durante la lectura por qué hoy en día hay que tener cuidado con determinadas palabras o expresiones, que pueden resultar ciertamente hirientes, ofensivas y racistas para muchos, aunque tal vez no lo fueran - o al menos no en el mismo grado- en la imaginación del autor o en el momento y las circunstancias en que se escribió el libro.
 

domingo, enero 27, 2013

¿Literatura para Recrear o Divertir?

 
 
Por: MAURICIO CABRERA GALVIS
 
La mayoría de los escritores creen y manifiestan que escriben con algún propósito que trasciende el mero interés de gustar a los lectores, y también la mayoría de quienes leen buscan algo más que el placer lúdico de la entretención. Eso sí, todos coinciden en que cualquiera que sea el propósito, el requisito indispensable es la estética de las palabras.

Son variados los motivos que animan a personas, también muy diferentes, a enfrentarse al reto de componer un texto. Desde las posiciones políticas de quienes piensan que la literatura es subversiva cuando trata de recuperar la memoria de hechos que intentaron enterrar las lecturas oficiales de la historia, hasta la necesidad, y a veces la urgencia, de contar y compartir profundas experiencias personales que transformaron la vida del autor.

Es interesante observar que, cualquiera que sea el propósito, los escritores tratan de que sus libros tengan en otros los mismos efectos que el impacto que la literatura tuvo sobre ellos cuando empezaron a leer. Es decir, salir de sí mismos, descubrir mundos, entender que existe un otro, salir del yo, de “la miseria de la propia intimidad”, como dijo uno de ellos, para reconocer la existencia de los otros. La literatura no nos salva pero si nos hace más decentes porque nos abre la puerta de la empatía por el otro.

Una de las pocas voces disidentes frente a esta visión teleológica de la literatura fue, para sorpresa de muchos, la del español Fernando Savater, muy conocido por su libro “Ética para Amador”, quien piensa que la literatura solo debe entretener, sin fin utilitario en la lectura distinto del placer mismo de leer.

Lo contrario la planteó de manera magistral el premio Nobel, Mario Vargas Llosa, tanto con el relato de su propia experiencia como con su ensayo, “La civilización del espectáculo”. En su caso personal, los libros leídos en la academia militar donde su padre lo envió para alejarlo de la literatura, le abrieron nuevos mundos, le permitieron conocer nuevas realidades y le confirmaron que su vocación era ser escritor.

En su ensayo, critica no solo la literatura sino las artes convertidas solo en entretenimiento para las masas, sin incitar a la reflexión, sin trascender el placer del momento. Es la banalización de la cultura que traiciona su papel esencial de ayudarnos a imaginar mundos mejores, de ser el alimento de la libertad y el antídoto contra todos los autoritarismos.

Este antagonismo en las visiones del arte y la literatura tampoco es nuevo. Es la misma contraposición entre la visión de los griegos del arte como re-creación, volver a crear, producir algo nuevo, y la de los romanos del arte como di-versión o distracción. Por eso el teatro griego enfrentaba al espectador con los hechos de su sociedad, los re-creaba y se representaba en espacios abiertos e integrados a la ciudad, mientras que el espectáculo romano era en espacios cerrados para aislar al espectador de sus realidades cotidianas, dis-traerlo. ¿Cuál visión predominará en nuestra sociedad?
 

miércoles, enero 23, 2013

Jorge Edwards: "La literatura me ha ahorrado el psiquiatra"

 
Las memorias del escritor chileno llevan por nombre Los círculos morados, un título que evoca las manchas de vino sobre el mantel en muchas noches de bohemia, es el primer volumen de tres editados por Lumen.
 
A sus 82 años, el escritor chileno Jorge Edwards, actual embajador de Chile en Francia, ha puesto el espejo retrovisor para escribir sus memorias y para ello ha recordado su infancia burguesa, su juventud, el inicio en la literatura o su experiencia como víctima de abuso sexual por parte de un sacerdote. Todo un mundo literario de forma y fondo reunido en Los círculos morados, el volumen que acaba de editar en español Lumen, el primer tomo de los tres de que consta todo el proyecto memorialístico del premio Cervantes, quien asegura que la literatura le ha ahorrado el psiquiatra.

"Es una mirada al pasado pero sin rencor, porque yo no soy un tipo rencoroso, ni siquiera en este capítulo que todos han destacado -se refiere el escritor a las páginas donde cuenta cómo un sacerdote de un colegio religioso de prestigio, el padre Cádiz, abusó sexualmente de él cuando tenía once años- y que lo cuento porque tengo derecho a contarlo, aunque sea brevemente y sin explotarlo", subraya Edwards.

Los círculos morados, un título que evoca las manchas de vino sobre el mantel en muchas noches de bohemia, cuando el escritor chileno vivía mas de noche que de día en los años cuarenta y coqueteaba con el surrealismo de Vicente Huidobro o descubría a Kafka con Alejandro Jodorowsky y conocía a Pablo Neruda, alguien fundamental y que tendrá más peso en el segundo volumen, según explica el autor. "El segundo tomo será más difícil -reconoce-, porque aparecen ya muchos nombres de esa etapa de mi vida, cuando conocía a Vargas Llosa o Julio Cortázar, mi amistad con Neruda o con escritores franceses o españoles, como Jaime Gil de Biedma, o editores como Carlos Barral".

"Y para este segundo tomo -añade- tengo que volver a releer muchas obras y volver sobre muchos hechos para los que tengo que tener tiempo, y eso ahora no lo tengo. Estoy escribiendo una novela y, cuando acabe, me pondré de lleno con el segundo tomo. Hoy quito tiempo a la noche o la madrugada, antes de ir a la oficina, pero ya me queda poco, porque creo que en menos dos años dejo la Embajada". Los círculos morados es una historia generacional, un libro de formación, de cómo se forja un adolescente. "Es una especie de retrato del artista adolescente, como el de Joyce, a quien leí muchísimo cuando estaba en los jesuitas", precisa el autor.

El libro es pura literatura, un ejercicio literario construido con la propia materia del autor. Una mirada hacia el interior de Edwards basada en la verdad y en cómo en todo texto literario se cuela la ficción. "La ficción es un mecanismo de la memoria, porque la memoria no reproduce las cosas sino que las selecciona, escoge y organiza. El arte de la memoria es el arte de la invención. Existe una memoria inventiva", recalca. Una perspectiva muy larga sobre el pasado en el que Edwards dibuja, como con un tiralíneas, un mundo que hoy ya no existe.

En opinión del autor, "todo ha cambiado mucho, la vida, la ciudad, la sociedad y yo. Lo que intento es recuperar las cosas desaparecidas, las costumbres o maneras de ser del Santiago de mi infancia y de mi juventud, que, por cierto, estaba lleno de personajes excéntricos, de personas locas". "Recuerdo -explica Edwards- que Neruda me decía: 'Qué pena que estos personajes hayan desaparecido. Habría que haberlos mantenido en formol', y es verdad. Hoy ya no hay tiempo para perder en ver y observar a estos personajes". Recuerdos y añoranzas que pasan por estas páginas, aunque el autor de Persona non grata o La casa de Dostoievsky recalca, con énfasis, que él no es una persona nostálgica. "Sufro de optimismo, soy una persona que mira hacia adelante", concluye.
 
fuente: vozpopuli

domingo, enero 20, 2013

El ‘Che Guevara’ de la literatura hispanoamericana

 
 
Por: Yezid Arteta Dávila
 
“Si yo no hubiese aprendido a escribir ahora estaría pegando tiros con las Farc”.
La anterior frase es atribuida a Roberto Bolaño y la cuenta el escritor español Javier Cercas en su libro Soldados de Salamina cuya primera edición apareció en la primavera de 2001. Bolaño, lo mismo que el Che Guevara, murió cuando aún gozaba de un perfil estéticamente sugestivo.
Pocos o quizá nadie se hubiera interesado en llevar un tatuaje con la imagen del Che Guevara en su cuerpo si el revolucionario argentino no hubiera sido ejecutado por sus ideales en un remota aldea de los Andes bolivianos. Guevara tenía 39 años cuando el sargento Terán, armado de una carabina M-2, cumplió la orden de abatirlo a quemarropa. Si la historia hubiera sido otra y el Che se hallara hoy entre los vivos, a lo mejor estaríamos en presencia de un burócrata estatal deteriorado por los años o caído en desgracia.
Su muerte temprana, amén de las circunstancias de cómo sucedió, fue lo que permitió que años después la mítica foto tomada por Korda en 1960, se convirtiera desde entonces y hasta el día de hoy en uno de los grandes iconos de la fotografía y el imaginario rebelde.
Roberto Bolaño falleció en Barcelona a los 50 años, una edad muy temprana para morirse cuando se tiene talento para escribir. Por fortuna nos quedó la literatura de Bolaño y algunas imágenes fotográficas en las que generalmente luce con el cabello un tanto desgreñado y una estela de humo saliendo por su boca. Muchos seguidores de Bolaño ven en su rostro algunos rasgos que lo hacen parecer a un desenfadado Woody Allen y otros en cambio lo ven como un Camus del siglo veintiuno: rebelde y rutilante.
Él nunca cambió a pesar de la fama que ganó– me dice Narcis Serra mirándome desde el mostrador donde atiende a sus clientes–. Continuó siendo el mismo que conocí desde llegó a Blanes y era un ‘don nadie’.
‘Serra la botiga del cinema’ es el nombre de un negocio localizado en el centro de Blanes donde venden y alquilan películas. La tienda era frecuentada por Roberto Bolaño, quien iba allí no sólo para llevar filmes y verlos en su casa sino también para conversar largamente con Narcis, el propietario del local.
“A él le gustaba mucho El Patrullero de… ”– Narcis duda algunos segundos y señalando con una mano hacía uno de los anaqueles que guarda cientos de películas trata de acordarse del nombre del director de la cinta “Cox… Alex Cox”, agrega con convicción al tiempo que hace chasquear los dedos de la mano derecha tal como si fuera un bailaor de flamenco.
Narcis Serra se sobreexcita cuando recuerda a Bolaño y de forma atropellada me explica detalles de quien fuera uno de sus más fieles clientes. Me explicó, entre tantas anécdotas que no alcanzo a recordar para redactar esta crónica, que Bolaño iba siempre con un libro o un periódico en la mano e incluso hasta para ir al cine.
Dice Narcis que el narrador chileno solía llevar a su pequeño hijo, Lautaro –a quien dedicó Los Detectives Salvajes– hasta un parque y mientras el pequeño jugaba él iba leyendo cualquier cosa: una revista, un periódico, un libro o un impreso encontrado en la calle.
Narcis es reiterativo en afirmar que Bolaño jamás se creyó el cuento de su fama y para probarlo dice que a pesar de que el escritor mejoró sus condiciones materiales de existencia con el dinero que obtuvo al ganar los premios Herralde de novela y el Rómulo Gallegos, sin embargo continuó su trasegar en Blanes como si nada novedoso hubiera sucedido en su vida y circulaba por la calle como cualquier parroquiano, saludando al vecindario con la misma naturalidad de cuando era pobre y escasamente conocido en el mundo literario.
Mira Yezid – me dice Cristina mostrando con su índice derecho hacia una tienda de Blanes que esgrime un letrero en que aparecen un dado y un arlequín sosteniendo ocho naipes con sus manos. Allí es donde Bolaño adquiría los juegos de mesa y de ordenador.
Cristina Fernández Recasens es una poetisa catalana ganadora del Premio Rei de Jaume 2009 en la modalidad de poesía en castellano y nunca ha ocultado su admiración por Roberto Bolaño.
Vive en Blanes y conoce al dedillo el ámbito de quien es uno de sus autores favoritos. Ella me dice, con potentes argumentos, que el ayuntamiento de Blanes no ha entendido la dimensión universal de Bolaño y lo que representa para literatura de nuestros días. Salvo un aula de la biblioteca comarcal de Blanes bautizada con el nombre ‘Roberto Bolaño’ es poco o nada lo que han hecho las autoridades locales para rendir homenaje a un hombre que llegó a decir:
“…yo sólo espero ser considerado como un escritor sudamericano más o menos decente que vivió en Blanes y quiso a este pueblo…”. Ni siquiera la visita a Blanes de Patti Smith, una de las artistas más influyentes del mundo, quien fue hasta Blanes para decir que es una seguidora apasionada de Bolaño y que ha leído toda su obra, ha sido capaz de estimular el cerebro de los dirigentes locales. La mayoría de los políticos cada vez leen menos o simplemente no leen.
A motu proprio, Cristina se ha puesto a la tarea de enseñar a sus amigos los lugares y las gentes que de alguna manera se relacionaron con el escritor sudamericano. Mientras caminamos por el paseo marítimo de Blanes la brisa agita su cabellera y el oleaje del Mediterráneo parece traerle más recuerdos de Bolaño.
Volteamos por una esquina y señalando hacía un estanco de tabaco cercano a la carrer del lloro (carrera del loro) me invita a que entremos al local para saludar y conversar un momento con Xavi, el joven que trabaja allí como dependiente.
Él venía muy seguido a comprar cartones de Ducados y Parliament –me dice Xavi. Los Ducados eran para él y los otros, creo, eran para su esposa.
En las fotos públicas en las que aparece Roberto Bolaño se le ve habitualmente acompañado de un cigarrillo en los labios o sosteniéndolo entre los dedos. Fumaba tanto como escribía: a espuertas. En una entrevista concedida a Fernando Villagrán para el programa cultural Off the Record a Bolaño se le ve con una camisa floreada al estilo de las que usaba García Márquez cuando vivió en Barranquilla y lo apodaban “trapo loco”. En el programa de la televisión chilena la voz de Bolaño se escucha un tanto ronca como la de muchos fumadores implacables y no se nota en ella algún acento que indique de qué parte de Hispanoamérica venía.
Cuando se proclama como sudamericano, es su voz – amén de la literatura – la que le concede esa dimensión subcontinental. Su voz era sudamericana libre de entonaciones locales y por tanto podía ser mexicano, chileno, nicaragüense, colombiano, peruano, venezolano…
Para escritores que estuvieron en la trincheras en condición de combatientes tales como J.M. Remarque, Ernest Hemingway, George Orwell, Claude Simon o Ramón Sender, seguramente no les costó demasiado poner en negro sobre blanco algunos episodios relacionados con la guerra. Bolaño, en cambio, no estuvo en una sola batalla y sin embargo algunos de sus relatos nos hacen pensar que alguna vez disparó un arma o llevó una mochila de campaña sobre sus espaldas.
En Los detectives salvajes, pero sobre todo en la dilatada y adictiva novela 2666, Bolaño describe con destreza algunos sucesos en los que intervienen policías mexicanos y otros en donde los protagonistas son soldados de la Primera Guerra Mundial que se debaten en las fosas de arrastre. El cine y los juegos de guerra, amén de otros recursos de escritor, fueron sin duda inagotables fuentes de información que le permitieron recrear a Bolaño, con la precisión de un relojero suizo, los detalles más escondidos del mundo del policía de frontera o del soldado que recibe un balazo en una refriega. Roberto Bolaño era una reencarnación de un soldado de dos o más guerras, diría un místico hinduista para explicar la forma como el escritor latinoamericano plasmó con lujo de detalles ciertos fragmentos bélicos.
En el cuarto capítulo de 2666, titulado “La Parte de los Crímenes”, Bolaño describe a uno de sus personajes dentro de una cárcel mexicana que, al igual que en todas las grandes prisiones latinoamericanas, no resulta difícil observar a un recluso fumándose un cacho de marihuana con un guardián o ver las imágenes por televisión de una docena de cadáveres de presos muertos a cuchilladas que son tirados en el interior de una volqueta tal como si fueran bolsas de basura. El mundo de la cárcel que describe Bolaño en este capítulo es tan ferozmente creíble que si no supiéramos por obra de sus biógrafos lo que más o menos hizo el escritor en su medio siglo de existencia, creeríamos de verdad que fue un redomado ladrón que pasó años en la cárcel y desde allí se dedicó a escribir. Son pocos los autores de hoy día de los que se puede decir que cuentan con la habilidad de Bolaño para detallar tan fielmente la realidad que ocurre en las cloacas de las grandes urbes.
Jaume Pujadas cursaba tercer año de comunicación audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona cuando se acercó a Bolaño para hacer un documental acerca de su vida literaria. En ese entonces Bolaño era un escritor conocido y galardonado y sin embargo no se negó a realizar el documental que, según me cuenta Jaume, no era más que una tarea correspondiente a una de las asignaturas que cursaba en la universidad.
Sentí mucho su muerte – dice Jaume con un ligero tono de resignación mientras va conduciendo el carro que nos llevará a Girona. Cuando él murió –hace una pausa y dejando de mirar la carretera por un instante dirige sus ojos hacía mí– perdí el entusiasmo por el documental y me entró como una especie de desgano, algo cercano a la desmoralización.
Roberto Belano, patinant en la pista de gel (Roberto Belano, patinando en al pista de hielo) es el sugestivo titulo del documental realizado por Jaume en el cual aparecen unas breves imágenes de Roberto Bolaño, que más de un mercachifle interesado en aumentar sus arcas a costa del mito del escritor ya desearía tener.
Esas imágenes de Bolaño –confiesa Jaume ruborizado ante la treintena de personas que asistimos a la proyección del documental en el Cinema Truffaut de Girona– las hice sin que él se diera cuenta.
En el viaje de vuelta a Blanes, Jaume me explica que el profesor de la facultad, encargado de revisar el documental, le dijo que le parecía bien lo que estaba haciendo, pero le reclamó alguna toma de Bolaño para imprimirle fuerza al trabajo.
De manera furtiva –continúa Jaume– filmé a Bolaño en una calle de Blanes mientras iba conversando a mi lado –sonríe como un chiquillo que acaba de hacer una pilatuna. Él no sospechó nada, entre otras, porque no le extrañaba verme con una cámara handicap en vista del documental que estábamos haciendo.

¿Y esa imágenes de dónde salieron?, preguntó Bolaño sorprendido el día que Jaume le enseñó el documental terminado.
Jaume le explicó a Bolaño cómo hizo las imágenes y cuando esperaba algún tipo de reprimenda, el escritor celebró la travesura con una carcajada de chico de barrio. En la imagen se ve a Bolaño protegiéndose del frío con un gabán mientras camina por una de las calles del pueblo.
Le pregunto a Jaume sobre qué piensa hacer con el documental. Me dice que lo dejará así, tal como está, porque allí quedaron los testimonios de la gente común y corriente que se cruzó con la vida de Bolaño. Una decisión exenta de egoísmo para un joven documentalista que apenas vive con lo justo. Aplastados por la crisis económica del capitalismo global, la vida es cada vez más dura para los jóvenes catalanes y españoles en general. Por la cabeza de Jaume flotan muchos proyectos que no cuentan con ayudas oficiales ni empresariales.
Bolaño fue un escritor que se esculpió a sí mismo. Que trabajó durante años en toda clase de oficios para poder llevar el pan a su casa. Un hombre atacado por una brutal enfermedad y que se enfrentó a la fatalidad pulsando desesperadamente sus dedos sobre un teclado, escribiendo, pues era consciente de que le quedaban pocos meses de vida y no quería irse de este mundo sin dejar terminada su obra 2666, pieza maestra de la literatura que Bolaño no pudo concluir porque se le escapó la vida.
 
Fuente: El Heraldo

jueves, enero 17, 2013

WANKAWILLKA de Pablo Landeo


Presentación de libro
WANKAWILLKA
 
de nuestro amigo
PABLO LANDEO
 
en la presentación estarán:
 
Gonzalo Espino
César Itier
Pablo Landeo
Héctor Quispe (moderador)
 
La cita será
el miércoles 23 de enero 2013
a las 7:00 de la noche
en el Auditorio del Instituto Raúl Porras Barrenechea
 
INGRESO LIBRE

martes, enero 15, 2013

Hay sorpresas en Cartagena, Hay Festival 2013


Se acerca una nueva fiesta cultural en Cartagena. Esta vez, más democrática y participativa que la fiesta musical. Se trata de Hay Festival Cartagena 2013, que se realizará del 24 al 27 de enero.

Es de veras, un banquete de letras y música, periodismo y literatura, gastronomía y filosofía, sociología y cine.

El Hay Festival Cartagena 2013, es según su directora Cristina Fuentes La Roche, un derroche de creatividad e imaginación, a través de la conversación de sus invitados.

“Este año tenemos el honor de tener entre nosotros a dos excelentes premios Nobel. Además de contar con mujeres y hombres de una visión extraordinaria y brillante, capaces de imaginar el mundo tal y como es y proyectar la imagen de cómo podría ser”
, ha expresado su directora.

“La principal novedad para la octava edición de Hay Festival es el nuevo programa para estudiantes Hay Joven, que engloba una serie de encuentros con varios de nuestros invitados internacionales”.

Estarán como invitados: El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, Herta Muller, ganadora del Premio Nobel de Literatura en el año 2009, los escritores Julian Barnes, Fernando Savater, David Grossman, Carlos Granés, Philipp Blom, Eugenia Rico, Patrick Deville, Leonardo Padura, Antonio Colinas, Dinaw Mengestu, Sergio Ramírez y Mario Mendoza, entre otros.

El cine estará representado por Eduardo Sacheri, autor de La pregunta de tus ojos, que fue llevada al cine como El secreto de sus ojos y de la cual fue guionista, mientras que la encargada de la escena musical será Susana Baca, una de las más importantes figuras de la música de su país y de Latinoamérica, quién llegará con ritmos afroperuanos.

HAY SORPRESAS

El gran director de cine español Alex de la Iglesia es el primer invitado del acto inaugural, el jueves 24 de enero a las 12:30 del día en el Teatro Adolfo Mejía.

Alex de la Iglesia es el director y creador de grandes películas como El día de la bestia, La Comunidad o La chispa de la vida.

El ensayista Carlos Granés, Premio de Ensayo Isabel Polanco, por su magnífico libro El puño invisible (Arte, revolución y un siglo de cambios culturales) intervendrá en Hay Joven en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

La cantautora peruana Susana Baca, ganadora de dos Grammy Latinos, ofrecerá un concierto a las 9 de la noche del 24 de enero en la Plaza de la Aduana.

El Premio Nobel Mario Vargas Llosa conversará con el ensayista Carlos Granés sobre los cincuenta años de su novela La ciudad y los perros, y sobre su polémico e interesante ensayo La civilización del espectáculo. Este acto se cumplirá el viernes 25 de enero a las 3:30 de la tarde en el Centro de Convenciones de Cartagena.

La Premio Nobel rumana Herta Müller dialogará con Philip Boehm sobre su más reciente libro Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Este acto se cumplirá el viernes 25 de enero a las 5:30 de la tarde en el Teatro Adolfo Mejía.

El filósofo y novelista español Fernando Savater se referirá al Riesgo y desafío de la literatura, en conversación con Carlos Granés. El viernes 25 de enero, 7:30 de la noche en el Teatro Adolfo Mejía.

Los cantautores colombianos Andrés Cepeda, Fonseca, Iván Benavides, conversarán con Fernando Gaitán, sobre La poética popular: escribir música. El sábado 26 de enero, a las 9 de la noche en la Plaza de la Aduana.
Fuente: eluniversal.com

sábado, enero 12, 2013

El sexo y la literatura son inseparables


Por Federico Andahazi*
 
La literatura erótica no es un fenómeno nuevo. Hace más de quince años, cuando se publicó mi primera novela, “El anatomista”, circulaba con insistencia la misma pregunta: “¿A qué se debe el auge de la temática erótica?”.
 
La lista de viejos y nuevos libros con connotaciones sexuales es interminable y el debate surge cíclicamente, como si se tratara siempre de una novedad. Ocurre que la sexualidad es parte inescindible de la literatura. El primero en advertirlo fue Sigmund Freud, quien sostenía que toda obra literaria se originaba en un impulso sexual que, por obra de un proceso inconsciente de sublimación, desviaba su curso y se transformaba en una obra de arte. La masificación del psicoanálisis hizo que muchos resortes inconscientes de pronto salieran a la luz. La sexualidad y la literatura se modificaron a partir del surgimiento de la obra de Freud. Los interrogantes sobre el sexo y las fantasías hasta entonces inconfesables comenzaron a verse reflejados durante los últimos tiempos en varias novelas dirigidas al consumo femenino y, en general, escritas por mujeres.
 
En efecto, la sexualidad femenina constituye un enigma, incluso para las propias mujeres. Las lectoras se sienten identificadas con las preguntas y las fantasías sexuales que plantean estas autoras. Ahora bien, de la misma forma que los hombres han construido estereotipos femeninos alejados de la esencia de la mujer, en muchos casos, esta nueva literatura femenina también ha generado un ideal de hombre que nada tiene que ver con la naturaleza masculina. La sexualidad, finalmente, debería ser un diálogo entre los sexos y no un monólogos de género.
 
La idea de la literatura, al menos como yo la concibo, no es una mera enumeración de fantasías y descripciones de situaciones eróticas, sino, esencialmente, una experiencia que enriquece, que elude buscar respuestas sencillas a preguntas difíciles y que interroga la naturaleza misma de la condición humana que trasciende el género del lector y del autor.
 
*Escritor. Está presentando en el costa “El libro de los placeres prohibidos”

miércoles, enero 09, 2013

Turquía borra una lista de libros prohibidos pero sigue censurando literatura


foto de la época del genocidio armenio en Turquía (entre 1914 y 1923)

Turquía ha comenzado el año eliminando una lista de libros prohibidos, pero este paso, sobre todo simbólico, no ha cambiado la mentalidad censora de las autoridades, opinan diversos literatos y editores del país.
 
"Es difícil prohibir o quemar libros en el mundo actual y el Gobierno turco se ha sentido obligado a abolir una lista de libros prohibidos que hoy ya no tiene sentido", dijo hoy a Efe en conversación telefónica el escritor Burhan Sönmez.
 
Aludía así a la notificación de la Fiscalía del Estado, que en diciembre pasado anunció que iba a eliminar una "lista negra" de 453 libros y 645 publicaciones periódicas o folletos, cuya difusión se había prohibido en décadas pasadas.
 
Al no ser recurrida, la decisión entró en vigor este mes, pero a juicio de escritores y editores, el paso no ha significado ningún cambio, ya que muchas de estas obras se vendían desde hace décadas sin que el público supiera que estuviesen prohibidas.
 
Entre los libros ahora oficialmente "autorizados" se encuentran hitos como las obras completas del poeta nacional Nazim Hikmet o la sátira "Azizname" del muy popular escritor Aziz Nesin, aparte de textos clásicos en la historia del pensamiento político, como el Manifiesto Comunista, de Karl Marx y Friedrich Engels.
 
Pero Meltem Gürle, profesor de Literatura en la Universidad Bogazici de Estambul, cree que "aunque desaparezcan las listas de libros prohibidos, la mentalidad censora sigue trabajando a pleno rendimiento; es contra esa mentalidad contra lo que hay que luchar".
 
Y es que las autoridades turcas continúan censurando libros que no son de su agrado, explica a Efe Bilge Sanci, directora ejecutiva de la editorial Sel, arrastrada a los tribunales por la serie "Libros sexuales", en la que figuran autores como Guillaume Apollinaire, o textos clásicos como el Kamasutra, el gran libro indio del erotismo.
 
La obra de Apollinaire "Las hazañas de un joven Don Juan" fue considerada "no literaria" por la Comisión gubernamental para la protección de la infancia contra publicaciones nocivas.
 
No obstante, un tribunal decidió que el libro sí debía ser clasificado como obra artística y por lo tanto no cae en la categoría de "escritos obscenos" cuya difusión pueda prohibirse.
 
"Pero el Tribunal Supremo ha anulado esta decisión y el libro pronto puede volver al banquillo. Aunque hace tiempo que no hemos perdido ningún caso judicial, siempre cuelga sobre nosotros una espada de Damocles", señala Sanci.
 
También la novela "La máquina blanda" de William Burroughs dio vueltas por los tribunales durante año y medio.
 
El juicio se suspendió - sin absolución - tras una reforma judicial y podría reabrirse si la editorial incurre en un nuevo "delito".
 
"Coños", del español Juan Manuel de Prada, en cambio fue considerada "obra literaria" por la Comisión gubernamental, al igual que otras dos obras de Burroughs, probablemente porque los casos anteriores habían causado ya una enorme polémica, dijo estima Sanci.
 
"Esta tragicomedia continuará mientras no se den unas reformas profundas que cambien la mentalidad del Estado, que trata a los ciudadanos como a niños que deben ser protegidos y educados según códigos morales nacionales", advierte.
 
Un ejemplo reciente llegó este mes, cuando el Ministerio turco de Educación intentó eliminar de los colegios dos clásicos de la literatura: "De ratones y hombres" de John Steinbeck, y "Mi planta de naranja lima", un clásico juvenil del brasileño José Mauro de Vasconcelos.
 
Las razones de esas prohibiciones son, en el primer caso, una conversación que tiene lugar en un burdel, y en el segundo, porque el niño protagonista recita una canción sobre una mujer desnuda.
 
Curiosamente, ambas obras se hallan en la lista de los 100 textos fundamentales del propio Ministerio de Educación.
 
La editora Sanci subraya que los casos de "obscenidad", como el de Steinbeck, son los más absurdos y los que provocan mayor polémica internacional, pero que no son un fenómeno nuevo, ni tampoco se ha reducido mucho la censura política, especialmente en el ámbito de los derechos de la población kurda.
 
"Con un libro de Marx ya no pasa nada, pero cuando se trata de la cuestión kurda o del debate del genocidio (armenio), la censura sigue funcionando", concluye la editora.
 
Fuente: EFE

sábado, enero 05, 2013

La literatura a través de los premiados: a propósito del Premio Rómulo Gallegos 2013

 
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Las presentes líneas son un preámbulo a lo que será en este 2013, la XVIII edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos; premio creado en 1964, por decreto presidencial, como iniciativa de reconocimiento al octogésimo aniversario del novelista venezolano. Se estimó desde entonces entregar a comienzos de agosto y con periodicidad de cada cinco años, aunque luego, a partir de 1987, se cambiaría por cada dos años, aludiendo que había una vasta producción literaria en Latinoamérica que iba a quedar muy difícil de valorar en un tiempo tan generosamente amplio. Tal como expresa Alejandro Bruzual, del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), en su ensayo titulado “Un Premio, todos los Premios, Historia de un Concurso y sus avances críticos”, preparado como presentación de la obra “Utopías en movimiento” (Caracas, Fundación Celarg-Monte Ávila Editores Latinoamericana, Octubre 2012, 268 páginas), el Premio, en una primera etapa, se creó con fines conmemorativos, en honor al maestro Gallegos, pero al mismo tiempo para apoyar el afianzamiento de la nueva novelística apenas surgida en la década de los sesenta, distanciándose de las obras de aquella generación calificada de “novelística de la tierra”, a la cual pertenece la obra de Gallegos y de importantes latinoamericanos de comienzos del siglo XX. Ello trajo críticas agudas, entre ellas que fue un Premio que no atendió a los narradores de otras corrientes crearon su producción a partir de la década de los treinta, como es el caso de Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias; se estimó que fue un Premio acomodaticio de los grupos editoriales (se premia las novelas publicadas) para elevar las ventas del denominado boom literario y crear todo un nuevo concepto de la literatura latinoamericana, acercándola más a la estigmatización del best seller que estaba caracterizando la literatura norteamericana y europea.

Con sus altibajos y sus contradicciones, el Premio continuo su camino, ya en el 2011, se entregó su edición número XVII, al escritor argentino Ricardo Piglia, por su obra “Blanco nocturno”. Es importante destacar que el Premio Rómulo Gallegos valora es la novela, no la trayectoria del escritor. Esto es donde, a pesar de las críticas, se mantiene férrea la postura del galardón. Se Premia el esfuerzo, en lengua española, de un trabajo narrativo innovador, novedoso en su estructura argumental, pero sobre todo, una narrativa que muestre nuevas bifurcaciones para acrecentar la capacidad comunicacional de los latinoamericanos en sus ensenadas de ficción.

Cada uno de los premiados, desde 1967 cuando se entregó el primer galardón, a la novela “La casa verde”, del peruano Mario Vargas Llosa (Nobel de Literatura 2010), cada uno de los merecedores de este reconocimiento han elevado su voz de agradecimiento y han compartido con los venezolanos, a través de sus discursos, sus posturas acerca de la novela y la literatura. De este modo, y haciendo un poco de sabueso literario, he logrado rescatar algunas frases que bien nos centran en una concepción renovada de la literatura como oficio, como arte, como vía para la liberación y para el crecimiento moral de nuestros pueblos amerindios.

Los diecisiete premiados están repartidos entre Latinoamérica y España, claro, más latinoamericanos, pero ello no le quita presencia a la “madre Patria”, porque al fin y al cabo, la lengua que se premia es la heredada, sea por transculturización y barbarie, por aquellos misioneros que enseñaron a pronunciar un español en sus diversos afluentes y constelaciones, siendo el castellano uno de los modismos más populares del nuevo mundo.

Vargas Llosa al recibir su Premio en 1967, dijo en referencia al papel del escritor, que éste ha “…debido desdoblarse, separar su vocación de su acción diaria. Multiplicarse en mil oficios que lo privaban del tiempo necesario para escribir y que a menudo repugnaban a su conciencia a sus convicciones”. Es decir, devela la cruda realidad de que de la literatura no se puede vivir en estos pueblos apartados de la urbe originaria del primer mundo. Otro que aportó su granito de arena fue el también Nobel (1982), Gabriel García Márquez, a quien en 1971 le otorgaron el Premio por su novela “Cien años de soledad”; para el Gabo los “…escritores no lo somos por nuestros méritos, sino por la desgracia de que no podemos ser otra cosa y que nuestro trabajo solitario no debe merecernos más recompensas ni más privilegios que los que merece un zapatero por hacer sus zapatos…” Digna reflexión, ante esa generación emergente que toma cancha de la escritura para llamarse escritores, cuando en un sentido real son simples vínculos entre una realidad, su fantasía y sus conflictos.

En la III edición del Premio, 1977, es galardonado el mexicano Carlos Fuentes, ese Nobel sentimental de Latinoamérica; Fuentes esgrime que “…la literatura latinoamericana contemporánea ha consistido en darle voz a los silencios de nuestra historia, en contestar con la verdad a las mentiras de nuestra historia, en apropiarnos con palabras nuevas de un antiguo pasado que nos pertenece e invitarlo a sentarse a la mesa de un presente que, sin él, sería la del ayuno..." Nada más concreto y visceral que esta postura de Fuentes para describir el compromiso del escritor latinoamericano. Otro mexicano, Fernando del Paso, en la edición IV de 1982 del Premio, por su obra “Palinuro de México”, deja oír su voz en cuanto a cómo influyó en él la literatura latinoamericana: “…porque fue a través de esos (escritores) latinoamericanos…que descubrí que todos esos países, por compartir la misma lengua y la misma historia, compartían también una serie de realidades, tan hermosas como trágicas, y que de esas realidades ya no podría escapar, aunque quisiera. Pero no quise.”

En la V edición, en 1987, ganó la obra del argentino Abel Posse, “Los perros del paraíso”; Posse expresa que la “…literatura latinoamericana está en la vanguardia de una resistencia. Los avisadores de nuestra América se llevaron y se llevan mucho, pero todavía, como diablos desilusionados en su contrato fáustico, no han podido con nuestra alma…” Y más delante de su discurso sentencia: “…el más sustancial aporte de esta literatura: es el testimonio de nuestra resistencia a aceptar esa pesadilla de aire acondicionado que nos venden como futuro…”

En la VI edición del Premio, 1989, el ganador, el colombiano Manuel Mejía Vallejo, por su obra “La casa de las dos palmas”, resaltaba un silbido de esperanza al oficio del escritor latinoamericano: “…el escritor no puede caer en la desesperanza: siempre habrá sitios donde tendremos fe en la vida y en las cosas, y esteros en paz capaces de reflejar con honda claridad los cielos”. Sin lugar a dudas, Mejías Vallejo inmortaliza el papel humano y sensible del escritor; lo imanta de vida, de mundo; lo fortalece y lo proyecta. En la VII edición de 1991, la obra ganadora es “La visita en el tiempo”, y su autor un personaje nada extraño para las letras latinoamericanas: Arturo Uslar Pietri. La grandeza del galardonado no sólo residía en que él, por su trayectoria, fuera el ganador, sino que significaba el primer venezolano en recibir tan alta distinción. En su discurso no escapó lanzar un dardo seguro al alma del escritor y la literatura latinoamericana: “…el oficio de un escritor nunca ha sido fácil, y ha exigido una entrega total de la persona y un esfuerzo que va muchísimo más allá del esfuerzo físico y de las horas que se miden por un reloj”.

En 1993, el ganador de la VIII edición del Premio, fue mi amigo el argentino Mempo Giardinelli, con quien compartimos buenos momentos en aquellos días de la Mérida bohemia de los ochenta y que junto a Alberto Jiménez Uré y Renato Rodríguez, le oímos elevar el verbo por encima de la palabra en ese instante mágico que se da entre la idea y la grafía. Giardinelli expresaba en su discurso de premiación: “En literatura -se sabe- todo está escrito y a la vez todo está por escribirse…”

En la edición IX, de 1995, le llega la hora a un español: Javier Marías, con su novela “Mañana en la batalla piensa en mí”; caracterizado por su verbo ácido y desconstructor, Marías dice: “Todo escritor es aún más lector y lo será siempre: hemos leído más obras de las que nunca podremos escribir, y sabemos que ese interés, ese apasionamiento, es posible porque lo hemos experimentado centenares de veces; y que, en ocasiones comprendemos mejor al mundo o a nosotros mismos a través de esas figuras fantasmales que recorren las novelas, o de esas reflexiones hechas por una voz que parece no pertenecer del todo al autor ni al narrador, es decir, a nadie…” Casi en este mismo tenor reflexivo, la ganadora de la edición X, 1997, la mexicana Ángeles Mastreta, con la novela “Mal de amores”, que a pesar de haber sido criticada por la relación de su esposo con el mundo empresarial editorial, casi se llegó a insinuar que el premio había sido comprado por él para ella, aspecto que no comparto porque “Mal de amores” es una novela impresionante, con un manejo del lenguaje multifocal y tridimensional, aspecto difícil en una obra novelada, dejó decir en su discurso que los escritores “…nunca estamos seguros de que habrá quien le dé sentido a nuestro quehacer. Escribimos un día aterrados y otro dichosos, como quien camina por el borde de un abismo”.

Para 1999, en la XI edición, el ganador fue el chileno Roberto Bolaño, quien falleciera prematuramente producto de insuficiencia renal, lo que le impidió concluir su tarea como jurado la edición venidera; Bolaño ganó con su novela “Los detectives salvajes” y su visión de la literatura y del oficio de escribir la retrató en su discurso de la siguiente manera: “…(la literatura) es un oficio solitario, y recitamos para nosotros mismos nuestras páginas y esa es la forma de ensalzarnos y no necesitamos que nadie nos diga lo que tenemos que hacer y mucho menos que tras una encuesta nuestro oficio sea elegido el oficio más honroso de todos los oficios… La literatura es un oficio peligroso…”

En el 2001, se dio la XII edición, con ella una novela cautivadora fue la premiada: “El viaje vertical”; su autor, otro español: Enrique Vila Matas; el galardonado expresó no sólo su postura ante el oficio escritural, sino que se posesionó de él para indicar que más allá de la ficción, el escritor es un elemento más en esa ficción, no es el que la produce como tal; por ello hay que ir “…hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo, una literatura mixta, mestiza, donde los límites se confundan y la realidad pueda bailar en la frontera con lo ficticio, y el ritmo borre esa frontera”.

En el 2003, llegaría la XIII edición y con ella la obra “El desbarrancadero”, del polémico escritor colombiano Fernando Vallejo. El ganador ironizó con algunos aspectos de la cultura occidental en el preámbulo de su discurso, se refirió a la literatura desde una postura bastante original: “El demonio sólo cabe en el alma del hombre. ¿No se dio cuenta Cristo de que él tenía dos ojos como los cerdos, como los camellos, como las culebras y como los burros? Pues detrás de esos dos ojos de los cerdos, de los camellos, de las culebras y de los burros también hay un alma…”

En la edición XIV del 2005, ganó el español Isaac Rosa con la novela “El vano ayer”, en su discurso expresó que “…la literatura está llena de almas muertas, de personajes al margen, de secundarios insignificantes, de cocheros alcoholizados que aparecen un par de páginas para conducir al protagonista a casa de su amada; o criadas que tiran una bandeja de copas en el momento crítico de la discusión entre los dos protagonistas; o soldados sin nombre cuyos sesos salpican al héroe en su trinchera…” En una palabra, la literatura da recursos inimaginables para tatuar de vida una historia cuya certeza de que haya sucedido está en el vacío. A todas estas, se da la edición XV en el 2007, ganando la mexicana Elene Poniatowska, con su novela “El tren pasa primero”; la galardonada destaca un aspecto fundamental en su discurso que define, de forma magistral, el sentido de la literatura latinoamericana: “América Latina es racista en contra de sí misma. Si el indio y el mestizo no se respetan a sí mismos, tampoco el país va a respetarse…” Y es que de allí parte el fundamento del oficio escritural: en respetar la diversidad cultural y sus enigmas. En la edición XVI, 2009, con la obra ganadora “El país de la Canela”, del colombiano William Ospina, esta postura de Poniatowska se refuerza: “Yo diría que a un latinoamericano se lo reconoce porque su inteligencia europea esté llena de inesperados atajos indígenas, de los caminos oblicuos del pensamiento mágico…” De allí la grandeza de la cultura amerindia y de su fuerza y trascendencia en la escritura cursiva y sin puntuación que aún confluye con los océanos y con los ríos que dan historias a los novelistas.

Por último, en la edición XVII, 2011, el premio recayó en el argentino Ricardo Piglia, por su obra “Blanco nocturno”; para quien el “…que escribe no es lo que es el que es y el que narra no es el que escribe, como se ha dicho. Hay algo de la fantasía del doble en esta situación: los libros tienen siempre algo de Míster Hyde, son siempre la sombra de su autor…” Sin dudas, el Premio Rómulo Gallegos hoy reivindica una historia literaria latinoamericana que está naciendo, que apenas ha iniciado un camino hacia su robustez y hacia su influencia, porque así como el mito de “El Dorado” cautivó al Conquistador, nuestras historias hoy por hoy, están tomando parte importante del ideario universal de los anhelos y deseos del mundo.

miércoles, enero 02, 2013

Los clubs de literatura erótica afloran en Londres

La escritora británica E.L James, durante una rueda de prensa sobre su saga literaria "Cincuenta sombras de Grey" (AFP)
 
Con "Cincuenta sombras de Grey" la literatura erótica ha pasado al ámbito social en Reino Unido: muchos británicos no quieren ya leerla sólo bajo las sábanas, sino que prefieren debatir al respecto en clubs de literatura erótica.

Robin lee en voz alta en la librería "The Bökship" en el este de Londres, un capítulo del libro de Philip Hensher "King of the Badgers", que trata del "dogging", que consiste en encuentros de personas para tener sexo en lugares públicos.
  
Los espectadores de Robin son los "perversos", como se autodenominan irónicamente los círculos de literatura erótica en sus webs. Desde la salida al mercado del bestseller erótico "Cincuenta sombras de Grey", las tardes le lectura lasciva de la escena londinense han dejado de ser algo para conocedores para convertirse en tendencia.
  
Para formar parte del "Erotic Book Club" sólo hace falta traer dos cosas: una botella de vino y pensamientos mordaces. La mayoría de los participantes están al final de la veintena y la mitad de la treintena y cada uno tiene su propio motivo para acudir.
  
Una participante está escribiendo un trabajo sobre el erotismo en el arte y busca inspiración; otra busca un pequeño empujón que dé nuevos aires a su vida cotidiana. "Aquí me siento más libre, con mis colegas no puedo hablar de estas cosas", cuenta la mujer que trabaja cuidando niños.
  
Hasta hace unos meses, la mesa de madera era suficiente para acoger a los asistentes a este club de lectura en el que congregaban los "freaks" de la literatura erótica; pero desde el fenómeno "Cincuenta sombras de Grey" el sitio escasea.
  
Muchos acuden por la curiosidad que les despertó el libro. Pero con el aumento del interés ha crecido también la oferta. Desde hace algunos meses hay también lecturas eróticas en el «Mucky Book Club», que a veces incluyen eventos con demostraciones de bondage. Su eslogan: "Has leído 'Cincuenta Sombras de Grey' y aquí están los libros que puedes leer después".
  
La organizadora de los «Erotic Book Clubs», Fanny, sin embargo, considera que el libro que dio el pistoletazo de salida a esta nueva fiebre, es "el libro del que ya no queremos hablar". Por supuesto que hemos hablado de él, ¿pero por qué tiene que ser siempre sólo de ese libro?, se pregunta, al tiempo que lo considera cargado de clichés, plano y en absoluto provocador.
  
Y no porque no haya alternativas: las novelas eróticas se agolpan encima de la mesa de madera y Fanny considera que casi todos son mejores que el libro "prohibido". A su novio Robin le gusta el grotesco humor de «House of Holes» de Nicholson Baker e incluso dice que del manga "New Bondage Fairies" también se puede aprender, aunque ante la falta de texto en ese cómic sobre elfos en ropa fetiche el debate se acaba rápido.
  
Entre los clásicos de literatura erótica, según Fanny, está "La Venus en las pieles", de Leopold von Sacher-Masoch, que data de 1870 y que dio nombre al masoquismo.
  
Con él comenzó también el club de lectura: Robin regaló a su novia dos ejemplares para poder leer y debatir juntos. Fanny consideró la idea tan buena que quiso abrir el debate a los amigos, del que surgió un grupo de literatura que se reúne una vez al mes en la casa de una amiga editora.
  
Además de lectores, con "Cincuenta sombras de Grey" han proliferado también los autodenominados "escritores eróticos", cuenta Fanny. "Desde que salió el libro, cada vez más gente quiere escribir sus propios libros y todo esto es porquería".