Los escritores latinoamericanos reunidos en la Feria de Guadalajara explican sus rutas y exploraciones literarias.
La pluralidad de voces, la mezcla de razas y la hibridación de géneros son algunas características de la actual literatura de los 20 países que conforman América Latina. El retrato literario, si existiera, sería la diversidad y en el deseo de contar el mundo y contenerlo desde los micromundos que sus autores describen. Así ha quedado reflejado en la sesión Latinoamérica viva, de la
Feria Internacional del Libro de Guadalajar que termina hoy.
A esa aspiración de una foto fija, que aquí es mosaico, se suma el hecho de que en muchos de los autores nacidos en las décadas de los setenta y ochenta aún existe una relación ambivalente con los grandes escritores del Boom latinoamericano. Algunos se debaten entre matarlo, mientras otros prefieren tenerlo en la mesa de noche. “Con los escritores de mi generación sucede un fenómeno particular, o tienen un respeto absoluto o de rechazo total con la tradición. La relación con nuestros padres literarios es un poco neurótica”, reconoce Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983), autora de Los ingrávidos y La historia de mis dientes.
La tarea de definir o de situar la literatura de la región es un trabajo complejo, una tarea casi imposible. La cantidad de autores, el número de países, la diversidad de géneros, la migración, internet, hacen que el mapa literario sea inabarcable. Siete autores menores de cuarenta años dan algunas pistas y se animan a tomar el pulso de lo que se escribe actualmente.
“Siempre destaco el caso de Carlos Yushimito porque representa lo que es ser un escritor latinoamericano en la actualidad. Es peruano de ascendencia japonesa que escribe sobre las favelas brasileñas desde Estados Unidos. Yo, por el contrario, soy un escritor limeño que escribe en Lima sobre limeños no reniego que formamos parte de una tradición extraordinaria formada por Roberto Bolaño, Vargas Llosa y muchos más”, dice Jeremías Gamboa (Lima, 1975).
Para una generación que considera el Boom como un asunto más de los libros de historia y cuyos estilos narrativos no están atados a nombres particulares, ni a temáticas nacionales, cada uno reivindica su propia producción, en muchos casos a través de un universo intimista.
Por eso, a la hora de establecer un canon se recurre a encuentros como Bogotá 39, a las listas de la revista Granta o a las antologías. La editorial peruana Casatomada publicó en 2009 Asamblea portátil, un libro que reunió el trabajo de 25 escritores nacidos entre 1974 y 1987 y que establece unas coordenadas más o menos precisas que pueden dar una visión aproximada sobre la narrativa latinoamericana contemporánea. “Los autores más recientes utilizan un sampling que los libera de la carga social impuesta a sus antecesores para crear un panorama más diverso”, se afirma en el texto de introducción.
“Quizás estoy haciendo una simplificación, pero hay un tema recurrente en estos autores: la familia disfuncional, las relaciones de pareja y la vida cotidiana”, asegura el peruano Alexis Iparaguirre (Lima, 1974).
Antonio Díaz Oliva (Chile, 1985), quien cursa una maestría en la Universidad de Nueva York, coordina el proyecto 20/40 una antología de eBooks de autores latinoamericanos que viven en Estados Unidos que se presentó hace un par de meses en la Universidad de Cornell. Cuando termine el proyecto se habrán editado cinco libros digitales con relatos de cuatro autores cada uno. En la FIL de Guadalajara presentará el segundo volumen.
“La pregunta ¿desde dónde estoy escribiendo? recorre todos estos relatos. Los términos como fronterizo o glocal podrían ayudar a la hora de entender a estos autores”, dice el escritor y editor chileno.
La migración, la identidad, la movilidad no son temas recientes, sino realidades que ya experimentaron los autores del Boom. “Uno de los grandes escritores de Chile es José Donoso. Donoso vivió muchos años fuera de Chile. Y el Boom... ¿cuántos de ellos vivieron fuera de sus países? Y no sólo eso: ¿cuántos de esos escribieron sobre temas, tradiciones o temáticas que no eran las que generalmente se asocian con sus países? Volviendo a Donoso, sin ir más lejos, sus primeros relatos están escritos en inglés, con una prosa más pensada en español. Más fronterizo que eso no creo que exista”, opina Díaz Oliva.
Con el concepto de literatura nacional superado, para muchos, como para el boliviano Rodrigo Hasbún (Cochabamba, 1981), todavía es posible pensar en tradiciones literarias regionales. “En mi caso, puedo ser un escritor cochabambino, boliviano y latinoamericano, dependiendo desde dónde se mire. Son territorios imaginarios que se superponen y en los que seguramente aparecería ocupando y defendiendo distintas posiciones”.
El caso brasileño merece un análisis aparte. Durante una de las charlas del foro Latinoamérica Viva que organiza la FIL, Guadalupe Nettel afirmó que percibía un mayor compromiso político en los escritores brasileños que en los mexicanos.
“Yo no puedo hablar mucho de Brasil porque no lo conozco. Es evidente que en países como Chile existe un gran número de autores comprometidos políticamente y lo mismo sucede en México”, dice Valeria Luiselli.
El brasileño Ricardo Lísias (Brasil) valida esta tendencia. “Yo escribo para enfrentar los conflictos de mi país. Tenemos problemas internos muy grandes que la gente de afuera no sabe que existen”.
La mayoría de los autores reivindica la libertad de creación y no suele tener ataduras sociales o históricas respecto a sus padres y abuelos literarios. “Cuando uno se convierte en un predicador de principios y se casa con una forma literaria la libertad para explorar se acaba”, dice Luiselli. “Hay muchos autores que tienen tienen la obsesión de ocupar lugares de autores clásicos. Quieren ser el próximo Carlos Fuentes, pero lo que nos salvará como escritores es tener una relación más libre y menos respetuosa con la tradición”.
En eso está de acuerdo Emilia Fraia (Brasil, 1982) autor de El verano del chivo (Alfaguara). “Autores como Valeria (y otros más) han empezado a inventar cosas nuevas porque el mundo no nos resulta suficiente”. Jeremías afirma que su generación tiene nuevas tareas y retos. “Retratar el universo doméstico, hablar de la la intimidad, incorporar las relaciones familiares y sociales, indagar en el hombre y la mujer común”.
Otros, como Juan Álvarez (Colombia, 1978), prefiere quitarle romanticismo al tema. “Mi principal preocupación narrativa hoy es conseguir dinero”.
Fuente: EL PAIS