Poemas de Pablo Guerra Martí

Madre, que lejos estamos del sol
madre, qué ausentes de la luz.
Tengo días de despertar en casa ajena
no sé que hacer y me quedo tranquilo en el lecho
esperando una voz que me salve de esa incertidumbre
un alma nueva en cada despertar
esperando el aprendizaje de un nuevo día
qué me espera después del lecho
cuánto de asombro hay en las paredes
quién será el cuerpo que a mi lado duerme,
le sucederá lo mismo.
Hay una luz en la distancia,
parpadea, será un signo me pregunto
acaso un satélite o una falacia de la espera.
Bastará con abrir los ojos y echar a andar
sin temor a que nos arrebaten esta vida prestada,
pero no sé por qué nos duele tanto volar
nos duele llegar siempre tarde y cansados.
Madre, traigo el pecho abierto
y me arde esta sombra este destierro
y tengo miedo que ya no sea mi voz la que te llame.
Madre, habrá un camino de regreso al país de la certeza,
un camino hacia la luz.

Con sus plantas en su soledad mi madre habla

Con sus plantas, en su soledad, mi madre habla,
voces que la acompañan de ella guardan.
como una reina regando lágrimas de plata por su verde imperio pasea,
acaricia los pétalos con el aliento de viejas canciones.
Un rumor de olas le llena los oídos
y el recuerdo del atardecer sobre un puerto le nubla sus ojos cansados,
mientras una danza azul y blanca le cubre la cabeza.

En silencio espera a mis hijos que no llegan
y me tolera mi amar inconsecuente.
Cuenta día a día sus escasos dineros
y siempre guarda en la sonrisa el ahorro para mis cigarros.
Dormida en un balance va tejiendo la memoria de su anterior reencarnación
donde fuimos la tierna flor y el fruto de un mismo árbol.
Aún no pierde de obstinada que es su manía de querer viajar,
mientras me ahogo en artificios
para que vuele blanca y libre como las gaviotas de su infancia.

Mientras escribe la relación de extrañas sombras que acechan,
me habla, rescatando náufragos del recuerdo,
atrapa el instante del vuelo en cálidos fragmentos de cristal
que trato de guardar en mis bolsillos,
al final de los días no me quedarán otros tesoros.
Hoy la vi, junto a sus plantas, deshojadas y marchitas
y solo entonces comprendí como este dulce martirio la agota.

Si callas el dolor, simplemente si callas

Si callas el dolor
si retienes la lágrima en su caída
si una noche el sobresalto de amar incendia las entrañas
y no sales desnudo y permeable a beber el rocío
que anuncian pistilos y estambres sobre tu cabeza
acabarás vomitando poesía en los hombros de la nada.

Escarbas en la noche y el polvo sabe a retama
no atrapas el instante y cada sombra descubierta
es una ciudad donde perderse buscando la palabra
las hormigas de la angustia cosquillearán piernas y espalda
y los dedos serán inútiles garras para aferrarse ante el abismo que crece.

Si callas, si no sales gritando azules o verdes
si aplicas mordazas a cada labio que te nace
abortarás en un mar de poesía
te derramarás inapresable por las cunetas
a morir en el silencio.

Helena y la mariposa

Una mariposa azul como la tarde
dibujaba su aletear en la ventana
y Helena delineaba los recuerdos
sobre la medida de los cuerpos
rasgados en el asombro del papel
donde adivinar las sombras era un oficio
como solía serlo contar las nubes del olvido antes del atardecer
o juntar los pedazos rotos
de las noches sin humedades
en estos días de ventanas cerradas.

El cristal no capitulaba
ante el reclamo de la mariposa
y ya nada impedía que continuara quemando las ausencias
como el que cancela boletos a la ciudad del canto y las flores
sin importarle cuanto pueden aumentar las grietas de la piel y las entrañas
esas mismas donde se diluyen las fantasías y se pierden los ecos.

Una brisa de marzo quebró el silencio de la ventana
la mariposa cayó a los pies de Helena
agonizando entre las palabras deshojadas
mientras su mirada era cautiva
en el espanto del que descubre
cuantas excusas para la soledad puede borrar la muerte
lentamente y envuelta en la bruma
del frío aliento de gorriones asesinados en las mañanas
avanzó hasta la ventana
umbral del exorcismo
de tibia brisa que le escarba los acantilados del alma.

En la Habana a propósito del XIV Festival Internacional de Poesía: Raúl Heraud, Pablo Guerra, Johnny Barbieri y dos jóvenes poetas cubanos

Pablo Guerra Martí. Licenciado en Contabilidad y Finanzas. Auditor. Nivel medio Idioma Inglés y Francés. Profesor Adjunto UHO Oscar Lucero Moya. Escritor. Guionista radial y de televisión. Realizador audiovisual. Actualmente: Asesor de programas de TV en Telecristal.
Miembro de la sección de literatura de la AHS, Holguín.
Premios obtenidos:
Premio Nacional de Poesía Manuel Navarro Luna, 2003.
Premio Nacional de Poesía Regino E. Boti, 2006
Mención en el concurso de minicuentos El Dinosaurio 2003
Mención Premio de la Ciudad, Poesía. Holguín 2005, 2006, 2008.
Mención II Concurso de narrativa Tristán de Jesús Medina 2006.
Accesit del 6to Premio Internacional Artífice de Relato Corto y Poesía de Loja, Granada, España.
Premio Venga la esperanza AHS 2006
Obras publicadas:
Soledad, cuento finalista del concurso de cuentos cortos Vértice 2003 (en La línea vertical de la muerte. Antología del premio 2002-2003)
El despertar de Anselmo, Mención en el concurso de minicuentos El Dinosaurio 2003, Ediciones Luminaria, 2005.
Antología de la Poesía Cósmica Cubana (T. III) (Frente de Afirmación Hispanística, Fredo Arias de la Canal, México 2000)
Cuaderno de poesía Tauromaquia y otras habilidades para salir del laberinto Colección Pulso y Onda (Premio Nacional Manuel Navarro Luna 2003) (Ediciones Orto 2004)
Los pajaritos en el jardín. Memoria de los otros. Antología. Ediciones La luz.2006.
Poemas en Alquimia de las islas. Antología poética Nueva Zelanda-Cuba. NZ 2008
Cuaderno de poesía Confesiones del pez volador. Editorial El mar y la montaña. Guantánamo, Cuba, 2008
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