miércoles, abril 20, 2011

La publicación de la poesía completa de Javier Egea recupera a un "maldito"



Poeta, por encima de todo, en la vida y en la obra, el granadino Javier Egea, fallecido en 1999, y uno de los últimos "románticos de lo cotidiano", acaba de salir del silencio en el que su obra ha estado durante años, gracias a la aparición del I tomo de sus Obras Completas con toda su poesía publicada.

Bartleby Editores y la Fundación Malagón son los responsables de sacar a la calle este necesario volumen con prólogo de Manuel Rico y con la edición de José Luis Alcantará y Juan Antonio Hernández García.

Se salda así una deuda con uno de los poetas más importantes de los años ochenta, creadores del movimiento "La otra sentimentalidad", junto con Luis García Montero y Álvaro Salvador, que luego sería la "poesía de la experiencia".

Este volumen "no solo cumple con el objetivo de saldar una deuda con su aportación a la poesía española de finales del siglo XX, sino que contribuye a corregir una gravísima irregularidad de nuestra historia poética, a saldar una deuda colectiva y a conjurar un silencio inexplicable. Un silencio contra el que nació, creció y maduró a pesar de todo el poeta Javier Egea", escribe Rico en el prólogo del libro.

Javier Egea nació en Granada en 1952 y formó parte de toda la geografía cultural, emocional y sentimental de la ciudad hasta que se quitó la vida en 1999, después de haber vivido y buceado hasta el fondo para ser su propio material poético.

Bohemio, rebelde y muy comprometido ideológicamente, Egea tenía una de las mejores miradas para ver en el vertedero las flores antes que la basura, como recuerda el poeta Alfonso Salazar, uno de sus seguidores, junto con otros jóvenes creadores, como Ernesto Pérez Zúñiga, con los que Egea se relacionaba en sus múltiples recitales, y, sobre todo, en los bares.

Estos jóvenes amigos granadinos tras las muerte del poeta fundaron, para mantener viva su memoria, la asociación "Del diente de oro", nombre de uno de los últimos sonetos de Egea, "Sonetos del diente de Oro", que escribió en los noventa. Y hay que recordar que Ega tenía una gran formación clásica.

Rafael Alberti fue uno de los grandes admiradores de Egea. Le llamaba arcipreste, porque según el escritor Pérez Zúñiga, éste tenía algo de juglar urbano. "Con su poesía trataba de acercarse a la emoción, pero desde un punto de vista político. Era muy comprometido aunque tuvo varias etapas", matiza.

"En 'Paseo de los tristes', uno de sus libros más importantes junto con 'Tropo mare' y 'Raro de luna' -precisa Pérez Zúñiga-, éste último de estética simbolista y donde plasma algunas de sus experiencias con el psicoanálisis, realiza una revisión ética de la ciudad de Granada, la ciudad que había visto desaparecer a Lorca".

Zúñiga también recuerda, desde "una profunda admiración" uno de los consejos que les daba: "Vivir mucho, experimentar, emborracharte, leer, conocer...".

En definitiva, una vida que le llevo a vivir en los márgenes de los académico, "un libertario, un poeta romántico en la forma de construir su vida, su personaje y su obra, en la que desde su romanticismo ya atisbaba la podredumbre y miseria que nos ha traído la idea del mercado y capitalismo salvaje. Su poesía no era nada complaciente", añade Alfonso Salazar.

En esta edición anotada, una amplia bibliografía y con sus casi 500 páginas se encierra todo el universo creador de este maldito, "la relación amorosa, el entorno urbano de la Granada de los ochenta y los noventa del pasado siglo, la experiencia cotidiana y la búsqueda de una experiencia 'materialista' que conforman un universo emocionante y perturbador".

Fuente: adn.es

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