viernes, febrero 24, 2012

Poemas de Rafael Garrido Espinoza


I

Pongo en el trayecto la necesaria sed de morir
en las carreteras
viendo pastar el odio por fantasmas de cuero,
de piel en danza que arremete infeliz y nada cuenta el
alba
y todo enumera el pasaporte del sol,
del otro sol también muñeca con garza de motor
sobre la piedra ancha,
para calentar la tierra,
muñeca que se quiebra hábil,
que hace un círculo polar sobre el billete que hiede
sobre el cauce extramural de la paciencia.
Nada viene bien en la rutina lenta,
agria y a la vez veloz como si huyera de la deuda del silencio.
Sobre el arco del levante me aproximo incierto para tener un tiempo aparte
para respirar;
alma la luz su perfil sereno
como la palabra en río,
espuma maternal abriera un poema en el papel de la yerba digerible,
soy yo alejándome en cuatro vientos ahora dulces,
como el caramelo que llevan aquellos infantes en su caja mágica
que hará crecer la mesa,
la pata de sus sien hasta la profundidad de una sonrisa,
diría desmella,
cojín del cariño prematuro por el tiempo que se demora de adobar el pan en un carro
prematuro
como para que me refresque en la brisa de ese otro cielo y ya no vuele lejos
como si me fueran a matar,
así regreso sobre un balcón antiguo
que aún debe contener un millón de brisas desde el océano viejo,
así viajera la brisa aunque el Callao apunte desde lejos su timbre cariñoso,
me parece este vuelo ahora que doblemente vuelo con la palabra,
alzo el acento del corazón y canto,
dondoneo,
ausculto el abrego,
el cierzo,
reunión de besos en la nube alta
aquellos besos muertos que no nacieron nunca alzan su palma,
iluminan su mirada con su lágrima esbelta,
amable,
de cortina ondosa,
su estación que volverá con otro pecho desasido y luego ciego y luego mil,
no importa que los miren,
también volarán en su trayecto dándose infinitos en su aureola
a ver si le escribo en el idioma que difícil se hace de alcanzar.
Debería estar en mi alma
en el libro de mi alma,
en la historia de mi alma es lo que pienso a veces,
volver a ver en mi alma a la mujer que cosió mi alma
a su día de mayo
con todo el cenicero de su alma,
verla entonces antes que nada desfilando en sus ojos su
corazón marcial
por el amor tamboril,
elemental amor en la orilla de la tierra
creciendo como mito religioso en mi
beso primitivo,
serle siempre un
buen lugar donde llegue la lluvia,
es lo que pienso a veces en este vuelo estival
para que nada
acuse la poesía de mi avistamiento.
Haber aprendido a volar cuando todos se hunden en la
tierra,
vienen bajando lento
estertóricos,
con fiesta por no saber
volar tal como yo
en la despedida piramidal que hizo una pena de años luz
alrededor del amor.
Soy un ave, una paloma, un pájaro
cuando no quiero permitirme la palabra vieja naciendo de mi pena,
de mi luz no especificada,
de mi razón con pica-pica reventada,
aun subo en combi para mirar el mundo,
aún tengo corazón para poder brindar en la Universitaria,
entre los parques peripatéticos,
dando y cavando una idea bajo la rampa de los sueños,
sueños sin forma pero llenos de alma,
farmacéuticos de alma esquinados
de yerba,
sensibilidad en el
segundo
en
que el semáforo
hace pasar el
vómito de la impaciencia.



II

Que ya he venido y ya no estoy aquí,
que ya es muy tarde y hace frío en tu despertador,
que el tiempo es un mal profesor en los zapatos,
que ya debería dejar
de pensar en la glorieta de las camas, que estoy herido,
que tengo treinta años multifrénicos,
que me llamo Fablo en las campanas,
que me llamo Fablo
entre las torres, que vengo de regar mi mar menos un día,
que es noviembre
secular más un cigarro
que quisiera una bella fogata,
que la docente noche
me pulula,
que he escrito un
libro abandonado, digo el libro…
que no tendí mi cama
hoy,
que estoy afuera
estando dentro
que cargo la cruz de
mi confín,
que hoy he atardecido
en los acentos,
que me salió una
arruga en la vocal,
que hoy no ha comido
mi pasado,
que formo una escala de promesas,
que fotocopio una
plaza con sus penas más una meretriz con sus dos penas,
y alero andando el
baptisterio inflama la zona yugular de un salmo santo
que tengo un
cartesiano pájaro en mi luz,
que tengo un
cartesiano pájaro en mi sombra,
que mejor viniera
para ya no venir,
que mejor me fuera
para ya no irme,
que tengo miedo ser
un tiempo aparte,
que me río mucho de mi devenir,
que ya está
oscureciendo el día,
que ella ya no está en mi sombra,
que ya me he ido y aún estoy aquí,
que ya me he muerto y
me entristecen los entierros,
que me confundí con otro,
que bebo y boto la
espuma de mi Dios,
que me persigno en silencio,
que pienso llorar
para mañana,
que pienso reír para el ayer,
que estoy crucificado,
que estoy crucificado
en un adiós sin nombre,
que subo en ascensor
al campo libre,
que respiro con gotas,
que acudo a conferencias,
que nada es verdadero
en la gramática del tiempo,
que le escribo por
correo electrónico a mi nuez,
que vienen bajando
los fondos a mi fondo,
que he cortado la
cola de una nube con mi alfalfa,
que he sugerido a la
tarde una inyección de pelotas con la amada que perdí,
que ofrezco mis amigos cronológicos carameleros
metodológicos la madre, su barbecho, el burro amigo de mi pan, y el pan canasta
de su verso vendedor de las estrellas,
que estoy enamorado,
que estoy enamorado
de su girasol eterno, consabido, meditado de su emoción concreta en la hora
próxima: metálica, seráfica,
que estoy enamorado
de aquel cabello que le cubre el rostro fumándose el tiempo cenicero
recortándose la puerta de sus besos,
que ando junto con el
día en los 24 disparos del creador,
que le consuelo al día por su muerte,
que él me consuela por la mía,
que es necesario
caminar de alma la mañana en su pupila, de alma la esquinada directriz,
que quisiera tener alas en mi sien,
que desapareciera los
pasos que construyeron el templo de mi espina verbal
y gotearía el ocaso
de mi brisa, cual nafazolina acelerante en el orificio nasal de mi estación,
que lacto la ausencia
del odio en mi cosecha
que me circunscribo
en una esquina de la tarde
que todo se lo llevaran ya para ya no estar allá
y que todo lo trajeran ya para venir aquí,
que nada, nada es
sentimiento sin la tierra mojada, sin la yerba santa,
que la pena es viento
de la vida seca, río del alma de la eterna víspera,
que no he venido y me
recuerdan tanto, me dan un beso, calurosa palma,
que ya he venido y ya no estoy aquí,
que ya he venido y estoy en el olvido,
que tengo miedo de no sabe vivir,
que tengo miedo de no poder morir,
que fuera mejor que
lo dejaran todo y después ya veremos, dílo tú,
querido César…


III

Habrá un día en mi vida donde ya no
estaré.
La vida tendrá un número quince y el
sol lloverá de colores.
Una hormiga arrastrará una queja
lindísima acharolada de pan y división materna.
Todos los días sonará una oración para
mi ausencia.
En la ventana errante se desnudarán
los daños y le crecerán alas de cuervos.
Habrá un día en mi vida donde ya no estaré.
La TV lucirá más jovial.
Ese día seré más feliz que ahora.
La queja lindísima será linda.
En el espejo aquel se chorreará este
muro que me aleja de todos,
y la gente que me quiere me querrá
para siempre.


IV

Hubiese
volado un poco más el paisaje de tu beso,
hecho
comprimido contra los demás vuelos que derraman plumas de agosto
y
cuentan a rayar su símbolo elevado,
su
diapasón con ojos azules, avizores desde un teclado cornucopiano,
levemente el beso lento
afloradamente
de chiste pueril que busca otro juguete universal
aunque todos nos digan que falta para navidad.
Hubiese
visto esa cordillera tibetana en tu romance latino,
estar en ese cielo un rato más
cómo
sería cinco segundos más tarde saliendo de tus dedos ojivales,
aquella traducción de la mezquita de junio,
de tus palabras cuánticas, con figuras de paseos a la manera de un presagio
en ritmo de quien dijera felicidad
no maldecir los congresos de tanta tinta como primera regla
y
hacer una raya con la regla sobre el más allá de la política peruana
y
el pensamiento amoroso de tu beso que lleva rama fresca,
hojas que juegan a las cartas y otro límite
y
amar para hacer otra política interpretando primero lo que hubiese pasado
volando un poco más en el trayecto de tu beso.



V

A ese interminable color de la sombra le fuera dado
el rosado de tu boca para que ya no siga a las cosas.
Dar de cada elemento tuyo una nueva combinación al
mundo
para que ya no sea mundo,
para que sea algo más que un hogar con fuego,
para que sea fuego y tu beso,
para que sea necesidad sin conceptos esqueléticos.
Venir de ayer una mirada con agua,
con una montaña de horas de haberte esperado,
tú navegas en las palabras que enterraron otros soles,
tú comienzas a
ser al alba y te envidia la mañana,
andas con un aire de cábala,
vuelves,
desabotonas tu camino
bronceas el brazo de tu vacío.
A ese corazón que no has utilizado yo lo llevo siempre
conmigo.
Le ha nacido un espacio preciso para enterrar el alma.
Y tu alma pasea con olor a juego,
rauda la tarde con que armas tu tiempo,
en una política de plumas con números futuros de
calendario.
Entre atrapar el sueño fugitivo que alfombra tu yerba
y le da sombra a tu raíz;
entre labrar y cincelar lo abstracto
y la patria de tu boca,
se abre una panamericana sin punto cardinal
donde se va al silencio de mi literatura.

Ulises Cámara, Johnny Barbieri y Rafael Garrido Espinoza

Rafael Garrido Espinoza, Lima, 1972. Estudió Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Integró La Mano Anarka, un grupo nihilista de resistencia contra la dictadura fujimorista y la intervención universitaria.
Poemario inédito: Zumario Zer

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