COMIENZA UN LUNES
La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, al abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.
VOY A NOMBRAR LAS COSAS
Voy a nombrar las cosas,
los sonoros altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos,
las mamparas cerradas a la sombra y al silencio. Y el interior sagrado,
la penumbra que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre,
la nocturna madera de mi cuerpo cuando duermo. Y la pobreza del lugar,
y el polvo en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra,
siempre iguales. Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque. Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable. Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos. Y nombraré las cosas,
tan despacio que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.
EN PAZ
El gato duerme en la cocina
mientras la lluvia corre afuera.
Cien y mil años de penumbra.
La tarde solo un soplo afuera.
El gato duerme desde cuándo,
la lluvia es otra y otra, afuera.
El gato en paz, en paz el sueño,
y el agua hacia la mar
afuera.
En lo alto
Un pájaro en lo alto,
en lo más fino
del árbol alto,
un tomeguín
nervioso, breve, tan liviano
como un soplo de luz,
está cantando
su propia levedad,
la maravilla
de su increíble ser
su pura vida
minúscula, perfecta, iluminada.
Esta mujer
Esta mujer que reclinada
junto a la borda inmóvil de su casa
soporta con las manos arrugadas
el peso dócil de su tedio,
sólo escuchando el tiempo que le pasa
sin gracia ni remedio.
Esta mujer, desde la borda
blanca de su balcón, que el patio encierra,
mira correr, ansiosa y sorda,
la estela irrestrañable de la tierra.
Tumba de Eliseo Diego
Johnny Barbieri en la tumba del poeta
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