sábado, enero 22, 2011

Kafka redivivo en una nueva novela de Gloria Dávila Espinoza

Kafka redivivo en una nueva novela de Gloria Dávila Espinoza

Por: Mario A. Malpartida Besada

Con El hijo de Gregor Samsa (Lima, Grupo Editorial Arteidea, 2010), Gloria Dávila Espinoza (Huánuco, 1961), reafirma sus cualidades especiales para el cultivo del género novelesco, particularmente para esa variante tan exigente por la capacidad de síntesis que demanda: la nouvelle.
Efectivamente, El hijo de Gregor Samsa es una nouvelle que encanta y subyuga desde su magistral primer capítulo. La sutileza de las sugerencias, así como las situaciones enigmáticas respecto de las interioridades de sus personajes, atrapan irremediablemente al lector. Se vislumbra una serie de traumas en las monjas protagonistas, cuyo carácter turbio también arrastra a las internas del liceo, dirigido por ellas. Monjas y alumnas tienen una vida pública y otra secreta, esta última revelada entre líneas, que las hace vivir en permanente zozobra con sus propias conciencias, al punto que desestabiliza su presente y les hace temer su futuro. No en vano, la novela comienza con una frase escabrosa: "Un fétido olor inundó el lugar", anunciadora de hechos catastróficos en el Liceo San Nicollete, de Hamburgo, donde transcurre la historia.
Los pecados de Sor Rebeca, la madre superiora, otrora causa de sus autoflagelaciones; y las lecturas prohibidas de Sor Gertrudis, motivos de sus sentimientos de culpa, parecen haber repercutido en la tragedia que se avecina en Anna Olivier, cuya primera transgresión a la norma del internado, es haber escrito secretamente el poemario La mujer de rojo en siete colinas. A partir de estos hechos, se desliza la idea de que "hasta las alumnas del Liceo se dedicaban a cosas pecaminosas" (:15), y que será Anna quien encarnará al más grande pecado.
Así comienza esta historia que recrea, desde una visión personalísima, la mejor novela de Franz Kafka. Como se recuerda, Kafka publicó, en 1915, La metamorfosis, y con ella abrió el camino para muchos escritores, con su famosísima frase inicial: "Al despertar una mañana, luego de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa hallose en su cama transformado en un monstruoso insecto", estableciendo, de esta manera, el punto de partida para la liberación de la imaginación creadora, hecho reconocido por el mismo García Márquez, cuando admite el parangón con las líneas iniciales de su Crónica de una muerte anunciada: "El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana".
Pues bien, aquella historia de Gregorio Samsa, personaje convertido inexplicablemente en un monstruoso insecto, cuidado inicialmente por su hermana Grete, encuentra su prosecución en esta novela de Dávila Espinoza, con el mismo espíritu de confrontación entre el hombre empequeñecido frente a una conflictiva realidad o, acaso, frente a una cruda deformación de la realidad.
Los dos primeros capítulos se encargan de plantearnos el clima de la historia, desde la crisis que sufre Anna al iniciar su proceso de trasformación, hasta que el pánico se va apoderando de sus compañeras en el Liceo. En el ínterin se proporcionan datos complementarios sobre el claustro y se registra la aparición de la coprotagonista: Grete. El tercer capítulo se inicia con un flash back que nos remonta a días previos a la crisis de Anna. Y prosigue la historia, con constantes idas al pasado y vueltas al presente. Con este recurso la autora va construyendo los perfiles de sus personajes, al mismo tiempo que ofrece un panorama de las vicisitudes de la vida en el internado.
Destacan dentro de las sutilezas de la historia, las especulaciones de las alumnas sobre las posibles causas del desmayo y los horrores que va sufriendo el cuerpo de la protagonista. En ellas se mencionan ideas habituales o estereotipos de lo que puede ocurrir en ambientes conventuales, desde las más absurdas hasta las más creíbles: o la alumna está poseída por el demonio o es el castigo por sus amores ocultos con un sacerdote. Visto así, colateralmente la novela cuestiona la educación conservadora y enfila sus baterías contra la supuesta vida célibe de algunos sacerdotes. Citamos: "¡Falso, no es una posesión del demonio! Anna estuvo concurriendo a ocultas hacia la sacristía..." (:22). "No, no está enamorada de Dios, sino del Padre Paolo, recientemente llegado de Italia" (:23), "Yo sé que hace más de dos meses Anna se encuentra a escondidas con el padre Paolo" (:38), "No se extrañen si al volver del hospital nos comunican que está grávida como Ingrid, y que el vástago que está en camino sea el hijo del demonio" (:38).
A estas alturas de la obra, surge una pregunta: ¿Dónde está el hijo de Gregor Samsa? Muy hábil manera ha empleado la autora para atrapar y retener al lector, como en Esperando a Godot, pieza teatral de Samuel Beckett, en la que los personajes van generando tal expectativa respecto de la llegada de Godot, que el público se involucra en esta inquietud y también espera ansioso la llegada de Godot. Termina la función y Godot nunca llega. En el presente caso, como si todos estos prolegómenos no hubieran sido lo suficientemente deslumbrantes, a partir del capítulo octavo se va insinuando el hilo que nos conducirá hacia el final de la historia, a través de un nuevo flash back, que nos remonta hacia tres meses antes de la enfermedad de Anna, cuando Grete informó a sus amigas parte de sus tareas en casa: "Asumí ser lazarillo de un insecto -dijo a sus compañeras" (:55).
A partir de aquí asistimos a una nueva historia que, en realidad, es la historia previa a la que hemos ido conociendo y que, igualmente, nos encandilará hasta empalmar con el punto dejado en suspenso y continuar, desde ahí, hasta llegar al contundente final, que bien podría interpretarse como el principio de un futuro aterrador, quizá el mismo que, en su tiempo, vislumbró Kafka para el mundo moderno. Esta hábil estrategia literaria, combinación de narración circular con narración lineal, nos devuelve a la imperiosa necesidad de conocer lo que realmente ocurrirá con el cuerpo de Anna y nos obliga a llegar a ese final, en el que, al fin conoceremos al hijo de Gregorio Samsa.
Los episodios que comprenden hasta aproximadamente el capítulo catorce, son igualmente sugerentes, pero ahora giran en torno del nuevo protagonista: el descubrimiento del hermano de Grete, la revelación de que Anna anhelaba secretamente ser su novia, los encuentros furtivos de Anna y Gregorio, el surgimiento de la pasión, y otros, que dotan a la novela de un impresionante valor artístico, al cual se puede acceder solo a través del placer de la lectura y no de una simple reseña.
A partir del capítulo catorce la obra adquiere otro tono. Ya se sabe lo que va a ocurrir, pero no se sabe cómo va a ocurrir. Hay aquí una gran elipsis para omitir lo que queda como sobreentendido. Pero sirve para plasmar cómo es que lo sobrenatural es asumido como algo natural, en una suerte de convencimiento de que muchas veces la realidad adversa termina imponiéndose: "Todo había cambiado desde la tarde en que descubrieron que Anna esperaba un hijo de él (de Gregorio)" (:90). Sin embargo, también genera expectativa, como en Esperando a Godot. Es que, además, existe una voluntad expresa de rechazar la posibilidad de que el hijo de Samsa sea otro como él: "(...) la gran ciudad de Hamburgo no admitiría un monstruo más, tenía suficiente con Gregor Samsa" (:91).
La obra concluye con una gran espectacularidad alrededor del advenimiento del hijo de Gregorio y Anna, cuyos detalles son precisamente los que nos atraparán hasta el final. El relato de este nuevo apartado actúa, además, como un feed back puesto que, llegado a este episodio, el lector ya sabe que realmente Anna ha sido embarazada por el insecto de Kafka, pero surge una nueva inquietud que recaptura la atención del lector. Y así, nuevamente nos enfrentamos a una serie de detalles igualmente sugestivos, como los que hemos ido apenas insinuando, y que hacen de esta nouvelle un relato denso, con buen manejo del suspenso, la tensión dramática y el final estremecedor.
Por otra parte, esta novela pone de manifiesto la evolución estética de su autora por los predios de la narrativa. Ahora su visión es más universal. Si en La Firma, su primera novela, sus escenarios fueron ciudades del oriente peruano, en esta ocasión su espacio territorial es la ciudad de Hamburgo; si antes sus conflictos fueron de orden policial, ahora abordan un gran tema existencial; si antes sus denuncias fueron sobre el tráfico ilícito y la violencia irracional, ahora explora las debilidades humanas, entretelones de la vida monacal y las contradicciones del mundo moderno, sumamente complejo.

1 comentario:

Yuri Hernandez dijo...

Ya me dan ganas de leerla! Una lástima que no sea muy difundido este tipo de producciones literarias, que son muy buenas y originales. El establishment literario y los best sellers devoran buena parte de la literatura emergente, con el agravante de que Glória Dávila no es cualquier escritora, sus reconocimientos ya la hacen merecedora de respeto... una pena sinceramente, lo único que podemos hacer como lectores es apoyar y comprar.