sábado, diciembre 29, 2012

El falso canon: “Los libros esenciales de la literatura en español’

Quizá lo que menos me guste de Los libros esenciales de la literatura en español. Narrativa de 1950 a nuestros días (Editorial Lunwerg, 2011) sea su prólogo, por incompleto, apresurado, parcial, justificativo... Lo que más, sus notas. Creo que en esas notas se concentra mucho del buen ojo de Ignacio Echevarría, uno de los mejores críticos españoles de los últimos 20 años.
 
Los libros esenciales de la literatura en español (¡vaya título!) pudiera resumirse en una frase: El falso canon. Es decir, intenta hacernos entender como ilustrativos de las últimas décadas una serie de libros ( el 99 por ciento: novelas) que a veces lo son de manera indiscutible: Tres tristes tigres de Cabrera Infante, Yo, el supremo de Roa Bastos, La vida breve de Onetti..., y en otros, la mayoría, no lo son tanto. O por lo menos, no lo son para un lector no-español. Un lector no habituado al comadreo castizo y a mirar la literatura desde el huequito estrecho de la literatura peninsular.
 
Por ejemplo, ¿tiene justificación no considerar Paradiso de Lezama Lima como una de las grandes obras de los años 1960 e incluso, como inspiradora de ese fenómeno que en Argentina y otros lugares se llamó Neobarroco y que el crítico parece del todo desconocer? O siguiendo esta línea, ¿no viene a resultar sorprendente que las obras de los años 1960 a 1980 de Severo Sarduy –su período más importante– no estén siquiera mencionadas: Cobra, Maitreya, De donde son los cantantes, Colibrí y haya que esperar a Pájaros de la playa, su última novela, para enterarnos que, por ejemplo, en esa misma etapa –según Echevarría–, La mina de López Salinas, Días de llamas de Juan Iturralde o Réquiem por un campesino español de Ramón Sender son más representativas que las antes mencionadas?
    
Esto para no decir que también deja fuera la mejor novela de Carpentier El siglo de las luces, la neopicaresca La Habana para un infante difunto de Cabrera Infante (una obra que reactualizó un género hasta ese momento casi en desuso), o las muy importantes Adiós a Mamá, de Arenas, libro de relatos sin parangón en las letras hispanas de su tiempo y, El mundo alucinante, quizá, junto con su reconocida autobiografía, su mejor “ficción”, la que mejor mezcla delirio y política.
 
Ahora, ¿todo es desatino en este falso cánon à la Echevarría? No. Como escribía antes, las notas que llevan cada libro me parecen muy adecuadas, con la excepción de la hecha a Andamos huyendo Lola de la mexicana Elena Garro, la cual repite muchos de los estereotipos –muchos de ellos negados por acólitos de ambos– que un día sí y otro también se repiten sobre Octavio Paz y su tumultuosa relación con la autora de la excelente Testimonios sobre Mariana, novela que aún, por el nombre de los implicados y la proverbial malediciencia hispana, causa revuelo en el gallinero mexicano.
 
Otra de las virtudes de este libro (y esta me sorprendió) es la de considerar El fiord, del inclasificable Lamborghini, como uno de los mejores libros de los años 1960. ¿Remordimiento español? ¿Mala conciencia? ¿Justicia? Recordemos que Lamborghini vivió gran parte de su exilio en Barcelona y al igual que muchos otros fue ignorado doblemente: por editoriales y por escritores, siempre más cercanos al bochinche y al mercadeo de turno que a apostar por “lo nuevo”. La otra, que incluyera también en su selección al chileno Lemebel, uno de los más raros, por contracanónico y pajaril, de la escritura actual en español.
 
Fuente: El Nuevo Herald

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