domingo, enero 19, 2014

Poemas de Rodrigo Manrique


Rodrigo Manrique


*
Quieta es el agua del desvelo
Por un instante se hace visible
anónima y esquiva
se asoma cual camino de crepé
y un monólogo inútil sostienen
sus últimos huesos
un entreacto de sus caídas se suceden
como un alto río que sube y canta
pero su retórica de sepulcro
oculta y calla
Yo casi no soy nadie.







*

Con su soledad hecha de mármol
es necesario medir sus dispersos cantos.
Un secreto rio nutre sus vértices
cuya sabia antigua iluminaron las arenas
del tiempo
Hasta hoy la imaginada rosa
vuelve grata de su boca cuando calla y
nos condena a ser todos los hombres del poniente
Sus manos invisibles mienten eternidad
Su joven cuerpo trasluce renovados paisajes
mostrándonos:
un perpetuo retorno, como si la vida fuese marcada
por una sincronía de vuelos
y el otro,
el mío, el breve juego del viento.






*

Demasiada soledad para esta multitud de piedras
que la ciudad oculta
Demasiada agua para esta sed que en el apuro
olvidaste
Demasiada dudas sobre un sueño que se pierde
en la tormenta
Demasiada evidencia justificando un bosque de signos
que tu mirada delata
Aquí yace un muro que la tarde sostiene
Aquí yace la certeza, un instante, un renovado desdén
Aquí yace un sol dulce cansado de girar por mis dudas
Aquí yace un río de canciones en las quietas reservas de
mi cuerpo.







TRAVESIAS

Haber forjado largas travesías
por los lejanos juegos en la completa lucidez
quizás por aparente océanos
abandonado por astros.
Haber sido vastedad en la transparencia
sobre un vuelo sensación de gacelas
desgarrando de rojo el infinito.
Ahora, qué haré para conmoverme o recordarlo
hoy exijo una vida breve y confortable.
Bahía del amanecer, lugar donde perdí las palabras
devuélvenos, si aún los labios lo justifican,
los talismanes y el perfil callado de su verbo borroso.
Dado estos tiempos en las huellas del regreso
queda el caos como un oro invisible que la rabia olvida
y por sus calles un instante es un disfraz, en cuyo origen
jóvenes saurios esparcieron todas las enfermedades.
Sin embargo descendí por su tangente
como mensajero del equilibrio y la gracia
bebiendo el néctar secreto del amanecer.
Sólo entendí de estatuas de cristal y
luceros evocados por los perdidos templos.
Nadie se ocupa de la farsa que alimenta
la infancia del reloj.
Las victorias y las primicias son de las distancias.






BESTIA NOCTURNA

Como abandonar las fieras más puras
ocultas y coronadas de brillo
atrapadas en tu voz sin herirte
si el cazador tiene los ojos del bosque
y sueña la vastedad del mar en las pisadas
del retorno.
Volverás, como siempre, en aquellas
galetas olvidadas
o sobre caravanas de rigor ya fracasadas
decretando mi propia distancia.
Todas las sensaciones del cielo se abren
ahora que me sobra la mirada.
Tu voz de fiera contenida estalla
en un coro de arrebatos
y ciertas alas interminables despliegan
sus júbilos como ojos que agonizan
fijos en mí.
Donde estarán los acordes astrales
suspendidos en dulces esmeraldas
las guitarras pálidas con su aroma de adolecente
transparente y cándido.
Solo busco las verdes ausencias para soñarte,
dormir en los mil rostros, recobrar en un instante
las flores cautivas que el desamor olvida.
Es preciso arrancar estos velos y astrólogos
que colman mi cuerpo
y que la luz sea tal,
si el destino que interiormente ocultaba
es una fuente de perfecto fuego precipitándose
en este rumor de sombras
donde siempre naufragan las constelaciones




Rodrigo Manrique. Nació el 21 de mayo de 1964 en Lima. Estudió en la UNFV Lengua y Literatura, donde en 1990 fundó con unos amigos el grupo Noble Katerba. Actualmente hace estudios de psicología en la UNLP en la Argentina. Radica en La Plata.



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