Por Omira Bellizzio
Conocí a Sergio Loo en el año 2008, en el III Encuentro Internacional de Poetas de Delicias, en Chihuahua. Recuerdo eran muchos más poetas mexicanos que extranjeros y escasos poetas nacidos entre 1980 y 1970: Renee Acosta, Yolanda Andrade Zerón, Alejandro Campos, Julio César Felix, Maricela Guerrero, Jeanne Karen, Rodrigo Jaime, Daniel Wence y Sergio Loo de México. Rita Girones de España, Siddharta Mejías y Omira Bellizzio de Venezuela, los sireneros.
Fue un encuentro de esos que no se olvidan, cuando se descubre una señal que nos une, donde se hacen grandes amigos que en el destiempo se van reuniendo. En Delicias compartimos lecturas en las escuelas, liceos, plazas y hasta en un centro penitenciario. Pero, en las noches desaparecíamos y al día siguiente escuchábamos el comentario: _Dónde se meten estos muchachos? Pues nosotros, los sireneros nos íbamos a nuestro exilio, silbato que llegó a los oídos de algunos poetas consagrados que se decidieron tocar la puerta de la habitación 115. Así, se sumaron a nuestras tertulias y madrugonazos, los padrinos mágicos y madrinas mágicas, como les bautizamos a Cristina de la Concha, Lina Zeron, Elia Casillas, Nacho Martín e Ignacio Osorio.
La 115, era la habitación de una de las muchachas, en ella había una hermosa tina del siglo XIX, con una sirena dibujada, que yacía prácticamente intacta, como un sillón más de la habitación. Pues el hotel donde los organizadores nos hospedaron era una vieja casona colonial que acondicionaron, un lugar mágico y sombrío donde algún detalle te podía sorprender. Sin embargo, el más significativo para nosotros era la sirena de la tina. Sobre la tina 115, todas las noches uno a uno se adentraba y leía en sus propias aguas y profundidades, mientras los demás escuchábamos ceremoniosos desde alguna isla.
Despedirnos de Sergio Loo (1982-2014), uno de los poetas sireneros, es frustrante y desolador para las letras contemporáneas latinoamericanas, pero más aún para sus amigos, sus colegas y sus familiares. Si hurgo en su vida, no me puedo permitir ser negativa con la partida de mi recordado amigo, quien hasta el último momento vivió guerreando contra el cáncer, y no cesó de escribir para dejarnos su mundo interior plasmado en ¨Operación al cuerpo enfermo¨, que publicará próximamente Ediciones Acapulco. Su poesía y narrativa vivifican sus andanzas por este siglo carente de timón, en el que debemos navegar a contra corriente para no naufragar. Sergio, el irreverente de la tina, plasmó su furia esperanzadora, mordaz y sublime de lo cotidiano en su obra.
Recuerdo su voz entonada y profusa de cada verso en eco. Su andar y su franca sonrisa que se escondía bajo un sombrero ladeado. Hablaba de cualquier tema, era un ser definitivamente urbano y por ello era hábil en el juego literario de su tiempo. Sergio Loo, el poeta y narrador, de la generación 2000, vivirá y será recordado como una de las voces más sinceras del siglo XXI, leerlo es entender de a poco este desordenado mundo. Como Loo, seguiremos nadando tras la sirena de la tina 115, al encuentro de la belleza humana por un canto de salvación de nuestros pueblos, pero sin olvidar principalmente salvarnos a nosotros mismos.
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