domingo, mayo 01, 2011

LA EDAD DE ORO por Miguel Ildefonso

“LA EDAD DE ORO DE JOHNNY BARBIERI”



Por: Miguel Ildefonso

Johnny Barbieri (Lima, 1966) es uno de los destacados poetas de la promoción del noventa, miembro del grupo Noble Katerba. Pero también desde tiempos más recientes, está incursionando en la narrativa. Muestra de ello es el haber sido finalista en la XIV Bienal de Cuento “Premio Copé 2006” y el haber obtenido el Segundo Premio “Horacio” de Cuento 2010. A fines de ese año publicó La Edad de Oro (Casa Barbieri Editores, 2010), donde reúne doce cuentos de corte juvenil, que destacan por su crudo y, a la vez poético, realismo. No son historias de un mundo idealizado, ni de personajes inmersos o aislados en sus ataraxias, o cuyos dramas consisten en no poder viajar a Londres, conformándose con un viaje a Buenos Aires. No. Barbieri nos entrega estos relatos marcados por una tragedia más grande, que involucra a toda una sociedad y a un tiempo actual; en términos sociológicos o históricos, y hablando en castellano, a una generación nacida en la dictadura Fuji-montesinista. Sin embargo, no es un conjunto testimonial ni una simple serie de estampas o crónicas; encontramos guiños y diálogos con la tradición narrativa latinoamericana, lo cual nos señala un buen aprovechamiento del material ficcional, con una mirada más profunda de la trama y del estilo con el cual se desenvuelve. (Aquí el inicio de Otra Vez Antonio, cuento que está dedicado al reciente desaparecido, y querido narrador y maestro, Carlos Eduardo Zavaleta: “Al final de la fila estaba Antonio, parado en medio del patio punzando su borrador con la punta del lápiz. Pensaba en la excusa que le daría al profesor. Cuando hicieron pasar a los alumnos, él caminó despacio hacia el salón tratando de no hacer el menor ruido. Al llegar se quedó parado frente a la puerta del aula esperando que el profesor termine lo que escribía en la pizarra. Fisgoneaba lo que hacía, cada letra, cada raya, cada movimiento que dibujaba en el aire. De pronto el profesor advirtió su presencia: ¡Otra vez tarde, Gesdres! Antonio sólo agachó la cabeza a la espera del castigo que sabía le aguardaba: ¡Una hora de reclusión, quédese parado al frente!...”

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